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Cuando comencé a publicar artículos y pequeños ensayos en Facebook, nunca imaginé que José Carvajal los archivaba con la idea de, tras consultarme, publicarlos bajo el sello de Ediciones BAS, una casa editora anexa a la Biblioteca Antillense Salesiana (fundada por los Salesianos de Don Bosco en Arroyo Naranjo, Cuba, 1957), y dirigida en la República Dominicana desde 1971 por el sacerdote Jesús Hernández (1929-2021), quien delegó en Carvajal la política de seleccionar y proyectar las ediciones de la colección.
Cuando Carvajal me comunicó la intención de editar una selección de mis artículos y ensayos en tres volúmenes, acepté y le sugerí como título de la colección, “Mosaico de colores”, debido a que mis escritos colgados en Facebook (la principal red social mundial) no estaban conectados a una idea única, sino que abordaban múltiples tópicos: literatura, arte, publicidad, marketing y sociología; aproximándome al modelo sociodinámico “del doble ciclo sociocultural” de Abraham Moles (1920-1992), donde “el primer ciclo ocurre a corto plazo, comunicando los acontecimientos a través de los medios sociales masivos; mientras que el segundo parte de un marco sociocultural donde un creador hace su realización o expresión de los acontecimientos, devolviéndolos a la sociedad a través de micromedios y medios masivos”.
A José Carvajal lo conocí a través de la Agencia Librusa, fundada por él desde EEUU, en 1999, dedicada a publicar noticias online relacionadas con la literatura mundial y los libros; una tarea de la que fue pionero en el mundo.
A José lo había conocido mucho antes de que él me conociera -lo que ocurrió quince años después-, en 2014, cuando recibí una llamada telefónica suya para preguntarme algo relacionado con una de las narraciones contenidas en mi libro, “La manía de narrar” (una recopilación de mis cuentos), publicado por la Editora Nacional en ocasión del montaje de la Feria Internacional del Libro de ese año.
Por la pregunta que me formuló José acerca del cuento “Tom The Rock” (de si éste había sido escrito en la fecha que indicaba la edición) supe que él, antes de opinar y trazar rutas sobre los temas que abordaba, investigaba a profundidad y sobrepasaba los aforismos y dogmatismos que suelen envolver los conceptos emitidos por los críticos literarios.
Como “La manía de narrar” no se había lanzado al mercado —aunque ya se vendía en el anaquel de la Editora Nacional—, aproveché aquella llamada para pedirle que fuera el presentador del libro. Aunque se sorprendió por el pedido, aceptó y fue él quien presentó “La manía de narrar”.
En la presentación, Carvajal enunció algo que sorprendió a muchos, no por el atrevimiento de lo expresado, sino por la verdad que presentaba: “Los pocos críticos dominicanos que tenemos -expresó- han hecho una labor encomiable, pero por alguna razón no han sabido, o no han podido, o no han querido, quitarle la sal y la arena a nuestra literatura para exponerla en el contexto latinoamericano y compararla con las corrientes locales de otros países”,