El velo de misterio que hasta cierto punto ha rodeado la muerte por última vez del líder de la Revolución Cubana ha quedado relegada a un segundo plano frente al nuevo escenario que representa la llegada al poder en Estados Unidos del magnate Donald Trump. Si bien no hay dudas sobre la defunción de Fidel Castro, sí hay muchas conjeturas sobre la causa, aunque padecía de cáncer intestinal, y la decisión de incinerarlo de inmediato, sin que nadie presenciara el cadáver. Los cubanos se han conformado con despedir unas cenizas que bien pueden pertenecer a cualquiera.
Los dirigentes cubanos sabrán por qué no realizaron una ceremonia para exhibir el cadáver de Fidel, como se ha hecho con otras figuras históricas. Hasta que no se tenga una versión al respecto lo más que se puede es especular sobre una decisión que alimenta más la leyenda que en torno a su vida construyó el líder de Sierra Maestra.
Cremado no habrá autopsia, estudios de ADN ni nada. Pero la ausencia del cadáver ya ha dado riendas a fantasías parecidas a las que todavía se propalan sobre el asesinato del tirano dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina. Este, según algunos, no fue quien cayó abatido el 30 de mayo de 1961, sino un doble de apellido Jiménez.
Cuba sin Fidel no plantea mayores interrogantes. Todos parecen coincidir en que en la isla no habrá retroceso y en que las conquistas de la Revolución son irreversibles. La gran incógnita se plantea en la nueva era que marca el ascenso a la presidencia de Estados Unidos de un empresario que ha amenazado con revisar las relaciones diplomáticas restablecidas por el presidente Barack Obama.
Tras calificar al líder cubano como un dictador brutal, Trump, siempre a su estilo, entendió que era necesario un mensaje contundente al advertir que liquidará el pacto diplomático si Cuba “no se muestra dispuesta a ofrecer un mejor acuerdo para los cubanos, para los cubanoamericanos y para el pueblo estadounidense en general”.
Al reivindicar el deshielo, Obama subrayó que el modelo de la confrontación que ahora quiere retomar Trump resultó ineficaz. Y acotó que la decisión de poner fin a medio siglo de políticas fallidas de Estados Unidos, restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba e iniciar una nueva era de diálogo con el pueblo cubano ha tenido un efecto transformador.
Aunque algunos estudiosos estiman que si bien el gobernante electo puede frenar algunas medidas, es muy difícil que pueda revertir un proceso que además de exhibir frutos ha calado profundamente en la región.
La incertidumbre que plantea el nuevo marco ha sepultado el velo de misterio que se cierne sobre la incineración desde el mismo día de su muerte del cadáver de una de las figuras de más relevancia del último siglo. Al menos la historia de América Latina no podrá escribirse sin el nombre de Fidel Castro.