Editorial Opinión

Vil asesinato

Vil asesinato

El asesinato del periodista y candidato presidencial Fernando Villavicencio, desnuda el escenario de inusitada violencia impuesto por el narcotráfico internacional en Ecuador, lo que pone en peligro su democracia y coloca en riesgo de expandir violencia a otras naciones del continente.

Cárteles mexicanos y colombianos pugnan por dominar el mercado de las drogas en esa nación sudamericana, por su cercanía con Colombia y Perú, principales productores de cocaína del mundo, una guerra que ha causado centenares de muertos.

Villavicencio fue en principio un reportero investigador que develó expedientes de corrupción contra el gobierno del presidente Rafael Correa, lo que conllevó posteriormente a que el exmandatario fuera enjuiciado y condenado a ocho años de prisión y a su exilio político en Europa.

Posteriormente, centró su ejercicio periodístico en denunciar al narcotráfico y a sus relaciones con empresarios y políticos ecuatorianos, para luego conformar un movimiento político y postularse a la presidencia de la república en las elecciones del 20 de agosto.

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Sus constantes denuncias contra la corrupción y el narcotráfico lo obligaron a refugiarse en la selva amazónica y luego a exiliarse en Perú, pero al regresar a Ecuador endureció su discurso y prometió que de alcanzar la presidencia construiría una cárcel de altísima seguridad para recluir a narcotraficantes.

Al fragor de una creciente violencia y criminalidad y con el país al borde de la anarquía política, el presidente Guillermo Lasso disolvió el Congreso y convocó a elecciones anticipadas, sin lograr contener el escenario de caos generalizado, matizado por enfrentamientos entre bandas y ejecuciones a manos de sicarios.

Las autoridades apresaron a seis colombianos acusados del asesinato a tiros de metralletas a Villavicencio cuando se disponía a abordar una camioneta al término de un mitin electoral en un barrio cercano al sector financiero de Quito.

Ecuador es hoy un escenario de guerra y anarquía protagonizado por grupos de narcotraficantes mexicanos y sudamericanos que se disputan el control de zonas de producción y de distribución mundial de cocaína, lo que también representa un peligro para la paz en toda la región, incluido República Dominicana.

El Nacional

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