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Roger Casement testigo de vergüenza

Roger Casement testigo de vergüenza

El escándalo comenzó el 9 de agosto de  1907, cuando el periodista Benjamín Saldaña Roco, de Iquitos, informó las atrocidades que se cometían contra los trabajadores indígenas que extraían caucho entre los ríos Putumayo y Caquetá, en tierras que pertenecían a la Peruvian Amazon Company, una empresa registrada en Londres cuyo único producto era el caucho natural exportado del Perú a Inglaterra.

El ingeniero ferroviario estadounidense Walter Hardenburg pasaba en ese momento por Iquitos y por casualidad había presenciado evidencias de esos atropellos y posteriormente publicó en 1909 una serie de artículos en la revista sensacionalista londinense Truth.

La Sociedad Antiesclavista y Protectora de los Pueblos Aborígenes, con sede en Londres, rápidamente se asoció a la causa, y presionó al gobierno británico para que investigara las bases jurídicas por las que la empresa maltrataba a sus empleados de Barbados, que también eran súbditos de la corona británica.

El gobierno a su vez presionó a la empresa para que realizara una investigación enviando un equipo de investigadores al Putumayo. El representante del gobierno fue el irlandés Roger Casement, cónsul británico en el Brasil que siete años antes se había hecho famoso por su investigación del maltrato similar al que eran sometidos los trabajadores caucheros africanos en el Congo Belga.

El némesis de Casement, tanto en el sentido moral como jurídico de la palabra, fue Julio César Arana, presidente de la Peruvian Amazon Company, que comenzó su carrera a los nueve años vendiendo los sombreros de Panamá que fabricaba su padre y posteriormente fundó la empresa, de la que se convirtió en principal accionista.

En 1907 vendió sus acciones en la Bolsa de Valores de Londres por un millón de libras esterlinas, de las cuales se quedó con setecientas mil.

Un hombre tan rico, que gastaba fortunas en Londres, París y Biarritz, pensaba que no se necesitaba una licencia especial para reinar como se le diera la gana sobre los indios bora y huitoto del Putumayo.

La forma en que Arana ordenaba maltratar a esos indígenas se convirtió en una cruzada personal para Casement.

Los informes sobre indígenas decapitados, canibalismo forzado y violaciones en grupo, con evidencias fotográficas de niños azotados, confinamientos y corte de manos, además de las declaraciones de los trabajadores de Barbados, obligados a trabajar contra su voluntad por deudas, formaron parte del legajo con que Casement persiguió en forma implacable al barón cauchero Arana.

Casement dirigió el grupo de Iquitos y el Putumayo entre agosto y diciembre de 1910. A su regreso a Londres, escribió un informe que presentó al Parlamento, el llamado Libro azul, aunque su publicación se demoró casi dos años mientras la compañía y los gobiernos peruano y británico negociaban el rumbo a tomar.

En el Parlamento se expresó gran indignación antiperuana, que incluyó propuestas de bloqueo de los puertos peruanos del Pacífico, mientras que en Alemania el Kaiser culpaba directamente al gobierno británico por el escándalo.

El ministro británico de relaciones exteriores defendió a los directores ingleses de la compañía, diciendo que habían cooperado plenamente, lo que no era cierto.

La correspondencia de sus abogados, que mostraban más de un año de demoras, no se incluyó en el Libro Azul.

Mientras tanto, Casement volvió a Iquitos por unos meses en 1911, como cónsul británico, para seguir su investigación, que se suspendió por amenazas de muerte.

Cuando los periódicos comenzaron a publicar parte del informe en el verano de 1912, el gobierno británico se vio obligado a darlo a conocer en su totalidad, lo que provocó la liquidación de la compañía y su salida de la bolsa de valores, un acto simbólico parecido al del gobernador romano Poncio Pilatos lavándose las manos. La carta de Casement a un amigo (<<he abierto la caja de Pandora en el Perú -le dije que lo haría- y lo he hecho»), parece un poco prematura.

Por este servicio, Casement fue nombrado caballero del Imperio Británico, pero su creciente nacionalismo irlandés lo hizo traicionar la corona británica al comienzo de la Primera Guerra Mundial, cuando visitó secretamente Alemania con el fin de lograr la ayuda del Kaiser a favor de la causa de la independencia irlandesa. Fue arrestado en 1916 mientras regresaba a Irlanda en un submarino alemán, acusado de traición, revocado su nombramiento de caballero del Imperio Británico y condenado en un juicio muy emocional.

Después de un intenso debate público, y a pesar de que las sentencias de muerte de otros independentistas irlandeses fueron reducidas, fue ahorcado e13 de agosto de 1916.

El vaticano

¿Qué papel desempeñó el Vaticano en el escándalo del Putumayo? Ciertamente no el de confesor de Casement.

No se esperaría que el nombre del Papa Pío X apareciera en este escándalo, pero quizá tiene tanto que ver en él como cualquiera, aunque indirectamente. Pío X fue mediador en la disputa territorial del Putumayo entre Colombia y Perú, logrando que ambos gobiernos acordaran retirar sus fuerzas de la disputada región, lo que permitió impunidad de empresarios inescrupulosos como Arana, que compró 31.000 kilómetros cuadrados, y el trabajo gratuito de los indígenas que allí vivían, por 110.000 libras esterlinas.

En 1912, en medio del escándalo, Pío X emitió la encíclica Lacimabili statu, dirigida a los obispos latinoamericanos sobre el tema de los indígenas en América del Sur. «El afán de lucro ha dominado la mente de hombres tan bárbaros», escribió el papa.

«Pero algo también se debe a la naturaleza del clima y la situación de esas regiones, ya sujetos al ardiente sol meridional, que causa una enervante languidez en las venas, y por así decirlo, destruye el vigor de la virtud, y como están muy alejados de los hábitos de la religión y la vigilancia del Estado, y en cierta medida incluso de la sociedad civil, resultando fácil que ocurra que quienes llegan  allí con un moral débil pronto comiencen a corromperse…”.

Pío X parece reconocer que su  intervención para liberar al Putumayo del control gubernamental – alejado de la “vigilancia -alejado de la «vigilancia del  Estado», como él mismo reconoce- es lo que contribuyó al escándalo.

La encíclica insta a los misioneros católicos a que contribuyan a terminar las atrocidades del Putumayo, Casement asumió el desafío de recaudar fondos británicos para este esfuerzo, aunque solo logró recaudar 3.000 libras esterlinas, de las 15.000 que se necesitaban. Como luego escribió frustrado, “creo que hay muy poco cristianismo en cualquiera de esas iglesias, una buena dosis de severo paganismo sería bueno para la humanidad.

De esta manera, el complicado personaje conocido como Roger Casement –un orgulloso pero pobre irlandés, un católico convertido en su último minuto, un homosexual oculto cuyo diario privado lo condujo al cadalso, un miembro de la Sociedad Antiesclavista y protectora de los Pueblos Aborígenes a quien le pareció adecuado comparar dos seres humanos, un enemigo de la impunidad empresarial que se puso de parte del enemigo alemán, estará para siempre vinculado a laselva del río Putumayo.

 (Este trabajo del documen- talista Louis Werner es reproducido de la revista Américas).

El Nacional

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