La Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios está organizando un debate, supuesto a transmitirse por varios medios de comunicación, entre los principales aspirantes a las elecciones presidenciales de mayo próximo, para exponer los proyectos que contienen sus respectivos programas de gobierno, y donde surgirán comparaciones de ejecutorias de las administraciones presentes y pasadas.
En la República Dominicana, no existe una ley que obligue a los aspirantes a la primera magistratura del Estado, como está establecido en Brasil, Colombia y Argentina, por lo que candidatos no están obligados a obtemperar una invitación a discutir propuestas, cuando estime que la misma en nada contribuyen a su crecimiento, en el número electores que concurrirán a las urnas en los comicios.
El presidente Luis Abinader tiene una cómoda ventaja sobre sus adversarios, lo que significa que nada tiene que buscar en un debate estéril para lograr su reelección como jefe de Estado, posición que tiene prácticamente asegurada, conforme a todas las mediciones realizadas por reputadas firmas, cuyos aciertos han sido muy evidentes en pasados torneos electorales,.
Debemos apuntar que, conforme al desenvolvimiento improvisado de Abinader, demuestra una excelente maestría en el manejo del lenguaje para enumerar cifras exactas de inversiones en obras de infraestructuras realizadas y otras en ejecución, lo que le permite ser puntual a fin de que lo que fue un ayer lleno de lunares, donde hubo corrupción por doquier, actos que terminaron en diversos tribunales que están apoderados y que agotan las fases del procedimiento procesal penal.
Desgraciadamente, en nuestro país no se respeta la figura presidencial, y en un debate, Abinader ostentaría la condición de presidente de la República y la de candidato, y sus oponentes tratarían de estropear y ultrajar al primer mandatario, aprovechando un escenario que les permite indulgencia, para incurrir en infracciones por atentar contra el honor y la consideración del ciudadano que dirige los destinos del país
Independientemente de la sana intención del debate, el mismo sería una especie de encerrona a un candidato a la reelección.