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Abinader y salarios

Abinader y salarios

Rafael Ciprián

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El presidente de la República, Luis Abinader Corona, en su discurso de rendición de cuentas ante el Congreso Nacional del recién pasado 27 de Febrero, instruyó al Ministro de Trabajo, Luis Miguel De Camps García, para que tome las medidas necesarias que permitan un aumento en el salario mínimo establecido.

Con esa disposición el Presidente demostró su deseo de fortalecer los pilares en que se fundamenta la buena gobernanza, como debe ser en nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, conforme al artículo 7 de la Constitución. Y, además, hizo gala de su condición personal de empresario consciente.

Esto así porque, por una parte, logra calmar la desesperanza de los trabajadores ante la dramática realidad de que sus salarios no les alcanzan ni para comer y reponer las calorías que consumen en sus jornadas laborales. Y ni hablar de las condiciones materiales en que sobrevive la familia de cada uno de ellos.

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Prueba de eso es que oficialmente el costo de la canasta familiar ronda sobre los veintiséis mil pesos y la inmensa mayoría ni sueña con ganar esa cantidad. La multiplicidad de los salarios mínimos que tenemos, según la categoría de las empresas, genera más confusión que seguridad. Y se pueden promediar en el monto de diecisiete mil ochocientos setenta y tres pesos mensuales, según datos oficiales.

Y, por la otra parte, como empresario consciente y moderno, el presidente Abinader tiene sentido de la responsabilidad social empresarial. Los hombres de negocios de hoy saben que sus empresas funcionan y se desarrollan mejor si convierten a los trabajadores en colaboradores o socios de la unidad productiva. De ese modo disminuyen los conflictos tradicionales entre el capital y el trabajo.

Sabemos que en el capitalismo salvaje, orientado por el nefasto neoliberalismo, los trabajadores son simples objetos o cosas desechables en las relaciones sociales de producción. Pero los principios, valores y normas constitucionales, cada vez más difundidos, están disminuyendo las acciones rapaces de los capitalistas de viejo cuño.

Para comprobar esa verdad, basta con saber que se está avanzando en el respeto de la dignidad humana y de los derechos de los trabajadores. Esto es un giro copernicano frente a épocas superadas.

Además, es bueno aclarar que lo positivo de esos cambios no se da por generación espontánea. Se debe, en lo fundamental, a la lucha y desarrollo de los hombres y mujeres que solo tienen su fuerza de trabajo para vivir, y que se convierte en una mercancía más en el mercado.

Ciertamente, así es. Pero el Estado debe jugar su rol en la sociedad, para bien de todos. Y este rol tiene que ser de regulador inteligente, no de interventor ni competidor en las relaciones sociales de producción.