Editorial

Al trabajo

Al trabajo

Por más lejos que puedan estar de generar una crisis, los remanentes que quedan del prolongado,  costoso y ruidoso  proceso electoral deben ser superados cuanto antes, al margen incluso de la gravedad o el bochorno, para que la nación recupere su ritmo de trabajo.

No es que quienes se consideren víctimas de irregularidades renuncien a sus legales y legítimas reclamaciones. De lo que se trata es de que esas acciones no se erijan en obstáculos para volver a la normalidad de la vida cotidiana. Las mismas lesiones del proceso también lo demandan.

El virtual presidente electo, Danilo Medina, ha tenido un gesto noble al tender desde ahora un ramo de olivo a las diferentes fuerzas políticas y sociales para impulsar el desarrollo y el progreso, además de elevar la calidad de vida de la población. Se trata de una señal de humildad y conciliación que habla muy bien de su futura gestión.

La polarización que caracterizó el proceso, con una diferencia de alrededor del cuatro por ciento entre las dos principales fuerzas políticas, indica lo dividida que está la población. Desde ese punto de vista, antes que atizar la confrontación, y más con irregularidades que no se pueden omitir, lo prudente es bajar tensiones.

Medina es consciente incluso de que, aunque haya sido el triunfador de las elecciones, su Partido de la Liberación Dominicana (PLD) quedó, voto a voto, por debajo del opositor Revolucionario Dominicano (PRD). Se trata de una realidad digna de tomar en cuenta en aras de la gobernabilidad.

Pero el caso es que en lo que el candidato presidencial opositor, Hipólito Mejía, termina el cotejo de las actas electorales, en las que insiste hay diferencias entre las emitidas por la Junta Central Electoral y las de su centro de cómputos, la nación no puede permanecer a la expectativa.

Por más que todo indique que los resultados son un hecho consumado, vale la salvedad de que Mejía está en su derecho de hacer las revisiones que considere pertinente. E incluso, a riesgo de que no prospere, encaminar cualquier acción ante la JCE o los organismos competentes.

Pero a estas alturas de juego no es como para que unas elecciones interrumpan el comercio, la docencia y las actividades productivas y que luego se tenga que clamar para que vuelvan a la normalidad. La experiencia debe servir, por supuesto, para tomar notas sobre los remanentes que de alguna forma han restado transparencia al proceso electoral.

Puede parecer simple, pero, sin que se preste a interesadas interpretaciones, hay que reconocer que las elecciones, que no siempre dejan a todos satisfechos por igual, ya pasaron.

El Nacional

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