No por mera casualidad se ha filtrado en esta etapa del agitado proceso electoral la recomendación del Fondo Monetario Internacional (FMI), a través de un informe confidencial, sobre la necesidad de aumentar el Itebis, eliminar los incentivos a diversos sectores y reducir las exenciones.
Es obvio que la receta del FMI para aumentar las recaudaciones encontraría, como en efecto ha ocurrido, el más categórico rechazo. Pero late inquietud de ¿por qué aflora prácticamente seis meses después de una recomendación que habría sido hecha al Gobierno en noviembre de 2011?
Tal vez sea pura coincidencia, pero también puede ser adrede para medir la reacción de la opinión pública. O crear algún tipo de alboroto. Como posibilidad no se puede dejar de relacionar la reforma tributaria que plantea el organismo internacional con el cuantioso déficit en que, según economistas de la oposición, ha incurrido el Gobierno con motivo de las elecciones del próximo día 20. Los más conservadores lo sitúan en alrededor de 28,500 millones de pesos, en tanto otros hablan de 60 mil millones.
El FMI ha recomendado aumentar o crear nuevos impuestos, eliminar incentivos y reducir exenciones, dejando de lado una de las preocupaciones más sentidas, al menos del sector empresarial: el control, en stricto sensu, del gasto público. O en su defecto la armonización de ambos factores.
Los representantes del Banco Mundial, Roby Senderowitsch, y del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Manuel Labrado, les han sacado el cuerpo a la receta del FMI. Sin embargo, Senderowitsch adelantó que el Gobierno puede subir los ingresos sin tener que crear más impuestos, sólo reduciendo la evasión.
Si bien la reforma fiscal puede decirse que está al doblar de la esquina, no importa quién gane las elecciones, el tema es espinoso. Los empresarios la consideran necesaria, pero han advertido que no quieren más parches tributarios, sino un proyecto que haga más eficiente las recaudaciones y a la vez contemple el saneamiento del gasto público.
Los candidatos presidenciales con más posibilidades de alcanzar el poder también han definido sus posiciones. Danilo Medina e Hipólito Mejía han coincidido en negociar con el FMI el acuerdo que interrumpió el Gobierno en septiembre de 2011 y que no renovó, pese al clamor de diferentes sectores, cuando venció en febrero de este año.
No se sabe, en realidad, cuál será la naturaleza de la reforma a que tendrá que abocarse el país tanto para mejorar los ingresos con que afrontar múltiples necesidades acumuladas como para reducir el déficit que se proyecta para este año. De lo que no cabe la menor duda es de que el ajuste tributario es inminente.

