«Sobreviviendo con mis rarezas»
En los casi 30 años de «Algo más que salud» uno de los artículos que más ha calado en el gusto de mis fieles lectores, y en los cambiantes, fue el que escribí en 1996 con el título de «Botando tensión», que lo recuerdan más como «La latica», debido a que el tema era de una experiencia que viví en mi pueblo de Santiago pateando una latica vacía de leche condensada desde la casa de mi hermano en Invivienda hasta la de mi mamá, en la calle Independencia #71. Unos 5 kilómetros.
Llegó toda abollada y sucia porque aparte de mis patadas (Con cada una citaba un mal propio o del país que me hubiera gustado eliminar), se me fue a dos cunetas y a un hoyo. Eso lo hacía en la niñez y la juventud.
Lo sigo haciendo, al igual que tratar de no pisar las rayas de las aceras, contar los pasos que doy en cada recuadro de la calzada mientras troto en el perímetro del Centro Olímpico, fijarme en las placas de los carros que están delante nuestro, apostar conmigo mismo que al subir al elevado de la Gómez con Kennedy cuando voy a empezar a trotar no compartirán conmigo éste más de 5 personas, y que habrán más de 10 al regresar de darle la vuelta al olímpico.
También apuesto a no equivocarme al zigzaguear dándole vuelta a los pilotes de la explanada del Estadio “Quisqueya” de tres en tres o de tres en dos, cuando es allí que troto, o que haya más vehículos parqueados en el momento en que paso por la parte de arriba de los parqueos numerados del lado norte del coliseo «Teo Cruz», que cuando paso por debajo.
En fin, como esas son muchas las manías, que aunque son un buen ejercicio para prevenir el Alzheimer, a veces me cuestionó sobre mi cordura, pero aún sigo aquí, a lo mejor es una manera de escapar a las exigencias de vivir del que aún puede hilvanar ideas y entregárselas a ustedes como «algo más que salud».