Tino
Retenido en un tapón, camino a jugar con la nieta, y de paso recoger los tenis con que baje del valle de “El Tetero”, que Blasina me trajo, vi de espaldas a un vendedor de alcancías de la esquina de la Núñez con 27 que se me pareció a Florentino (Tino), uno de los tres guías que nos asistieron (junto a Papolo y la cocinera Wanda), a Juan García, Ignacio Jiménez, Melba Mendoza, José Díaz junior, Arsenio Santos, Pura Tyson, Johan Peguero, Evelyn Terrero. Kelvin Méndez, Ronny Terrero y Víctor Vidal del 1 al 5 de enero por los caminos del pico Duarte.
Su caminar era muy parecido, la misma altura, pero no era él. Tino sigue en La Ciénaga cultivando sus tres tareas de tierra, y sirviendo de guía en las temporadas de alta de esas excursiones.
La única similitud real es que ambos son pobres, y esta sociedad es cruel con los pobres, pero desde allí, también se puede tener la opción de disfrutar la vida, de coger ramalazos de felicidad, y Tino tiene más posibilidades que el vendedor de alcancías, a pesar de doblarle la edad.
Tiene sembrado en su tierra casi todos los frutos que necesita para vivir, una crianza de gallinas y le fascina andar arreando mulos y cuidando a los excursionistas que nos adentramos en el pico Duarte; dice haberse amancebado con una mujer buena que tenía cuatro hijos, y ya tienen uno en común.
Toda su familia se fue a la capital a buscar mejor vida, y probablemente estén vendiendo algo en un semáforo. Ya cuatro están de vuelta.
El vendedor de alcancías, lo más seguro, aborrece su trabajo, el que lo mantiene por largas horas al sol, sorteando los peligros de los vehículos, corriendo el riesgo de que lo atraquen y obteniendo una miseria de beneficios.
Sin seguro médico, cesantía, vacaciones, riesgos laborales ni doble sueldo. Se parecen físicamente, pero la diferencia es “algo más que salud”.