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Amadita en memoria

Amadita en memoria

Amada Pittaluga de González

No recuerdo en qué día de 1969 los conocí y digo los, porque sin dudas Amadita era Nuno y viceversa,a pesar haber sido dos entes esenciales de esta nuestra sociedad del siglo XX y comienzos del XXI, cada uno en su profesión.

Claro, y no exagero cuando digo esenciales, sino pregunten alrededor, cuántas personas han sido ayudadas por esos dos seres excepcionales.

Hoy nos toca decir adiós a Amadita, ley de vida digo yo; es solo aceptar lo que todos sabemos y humanamente no acabamos de asumir.

Como esto no es un artículo de análisis, me permito hacer esta pequeña disgregación.

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Conversando hace un tiempo con mi amigo el doctor Orestes Guerrero, de pronto me dijo,

Amadita es la mamá de los médicos dominicanos y pasó a explicarme algo que ya sabía; enlace innegable entre lo que descubrimos con la clínica, es decir los síntomas de los pacientes y lo que los análisis de laboratorio revelan.

Para no cansar con este sencillo escrito sobre Amadita, quiero añadir que como familiar fue alguien que mágicamente siempre sabía quién necesitaba su apoyo, no necesariamente material,sino sobre todo su gran energía y positiva actitud frente a las dificultades.

No sé cuándo ella, con su fina intuición se enteró que mi apodo de niño era Cuchi y así me llamó desde entonces para hacerme sentir que yo era parte de su mundo.

Sólo recordemos que, sin quitar ningún mérito a los que la precedieron y lo seguirán en este importante eslabón médico que es el laboratorio clínico, ella marcó un antes y un después; un faro que nos iluminará por siempre.

Por eso hoy quiero dar mi testimonio sobre una mujer excepcional profesionalmente, pero más importante aun, un ser humano empático ¡sin distinciones ni reparos!

Por: Pedro P. Paredes Vallejo
pppv2003@yahoo.com

El Nacional

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