La Junta Central Electoral (JCE) ha solicitado la asistencia de la Organización de Estados Americanos (OEA) para auditar el sistema de cómputos y el padrón electoral en lo que se interpreta como un esfuerzo por diluir dudas en torno a la organización y montaje de las elecciones programadas para el 20 de mayo de 2012.
Se reconoce el esfuerzo de los jueces electorales en la dirección de consolidar garantía de absoluto respeto a la voluntad del electorado que habrá de expresarse en las urnas, pero es menester advertir que la OEA no parece proyectar la mejor sombra bajo la cual cobijarse.
El presidente de la JCE, doctor Roberto Rosario, ha señalado que la OEA proveerá los recursos y escogerá a la empresa que realizará la señalada auditoria, pero eso no resultaría suficiente para despejar la humareda levantada en torno al reclamo del Partido Revolucionario (PRD) para que dimita el director del Centro de Cómputos.
La OEA acumula hoy un enorme inventario de desconfianza y desprestigio, al punto que la mayoría de los Estados de América Latina y el Caribe han formado una institución que parece decretar el comienzo del fin de esa institución que ha servido más a intereses imperiales que a la mayoría de sus miembros.
Ese organismo no parece poseer autoridad moral necesaria como para refrendar lo que se supone elevados estándares de calidad gerencial de la JCE, porque sus diversas intervenciones en procesos electorales aquí han sido matizadas por la conflictividad y acusaciones de parcialidad.
En América Latina, Estados Unidos y Europa operan numerosas instituciones no gubernamentales especialistas en temas electorales o de promoción de la democracia que prestarían a la JCE mejor ayuda que la ofrecida por la OEA.
El Centro Carter, por ejemplo, sirve asesoría a consejos electorales en todo el mundo, por lo que el tribunal electoral bien podría recurrir a esa instancia si requiere auditar su centro de cómputos y padrón electoral, en el entendido de que el prestigio de esa institución desalentaría cualquier percepción dañina sobre el próximo certamen comicial.
La JCE, en su interés por despejar dudas en torno a su desempeño en las labores de organización de las próximas elecciones, se ha arrimado a un árbol seco que no provee sombra ni confianza sobre lo que haga o deje de hacer.

