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Discurrían los años setenta cuando los autobuses Metro inauguraban las rutas 5 y 5A que recorrían gran parte de la otrora ciudad de Santo Domingo. Se podría decir que aquel servicio de transporte público urbano fue el primer intento serio de resolver el fatídico y perverso problema de la movilidad de la ciudadanía con capital privado.
Luego el gobierno del doctor Joaquín Balaguer le regaló miles de unidades a sindicatos choferiles, que pasaron a formar parte de una especie de “sopa de letras”, creándose una retahíla de acrónimos sobre ruedas (Siuchodisna, Anchode, entre otros).
Esas siglas no resolvieron el criminal problema del transporte, continuando el calvario del golpeado y humillado peatón.
En 1978, y con el arribo al gobierno de Don Antonio Guzmán, se instauró el primer intento estatal y serio de resolver el funesto y ruin problema del transporte urbano, instalándose la Oficina Nacional de Transporte Terrestre (ONATRATE).
Estos autobuses y minibuses cubrían gran parte del mapa capitaleño de la época por un módico precio, pero su mala suerte fue tal que hasta organismos internacionales conspiraban en contra de este positivo experimento de reivindicar a los hombres y mujeres de a pie, propugnando porque ese pastel se le entregara al sector privado.
Luego retornó el doctor Balaguer al poder y le dio el “tiro de gracia” a la ONATRATE para destaparse con la llamada Cooperativa el Sol, y las guaguas Banderitas, de las cuales sus protagonistas llevaron a la quiebra total, sin que nunca estos personeros ofrecieran disculpas algunas de aquella desgracia, paseándose hoy día como el buey, que va defecando y no lo siente.
A la llegada del PLD al poder se instituyó la OMSA, que actualmente el gobierno del presidente Luis Abinader conspira sigilosamente para desguazar y entregar sus corredores a sus conmilitones de la reelección en una susodicha alianza público-privada que de seguro abrirá puertas en los tribunales.