Editorial

Asombroso

Asombroso

Lo del puente Duarte, que además de su significado histórico es una de las principales estructuras viables con que cuenta el país, resulta asombroso. Antes de que se detectara el daño y robo de buena parte del cableado, ya la Policía había detenido, hace unos meses, a tres personas que trataban de desmantelarle piezas a mandarriazos limpios.

Hasta que se demuestre lo contrario, el objetivo del desguace es convertir los materiales en chatarras para exportarlas como metales o mercadearlas en el país. ¿Qué otro interés puede tener una operación tan arriesgada y costosa como la de cortar el cableado que soporta un puente como el Duarte?

Es bien sabido, además, que la sustracción de cables e instalaciones metálicas se ha convertido en un negocio lucrativo. En diferentes ocasiones las compañías telefónicas han puesto el grito al cielo, en tanto ha caído en una rutina el robo de tapas del alcantarillado y el tejado de muchísimas entidades públicas.

Las consecuencias es lo que menos importa a los responsables de la fechoría. Pero un detalle que las autoridades han de tomar en cuenta es que para una operación tan peligrosa como la de desprender cables tan gruesos y pesados como los del puente Duarte se requiere no sólo de destreza, sino de instrumentos especiales y apropiado medio de transporte. Porque, como es ya una costumbre, los detenidos en la investigación suelen ser pobres diablos que posiblemente no tienen ni la más remota idea de la magnitud de la acción.

Con el rosario de atentados contra puentes y otras instalaciones, que en el caso de torres eléctricas las autoridades han calificado de sabotajes, sorprende la impunidad que los han rodeado. Y la ineficacia de las medidas que se han adoptado para reducir las operaciones a su mínima expresión.

A causa del desprendimiento del cableado, el Ministerio de Obras Públicas ha tenido que suspender por tiempo indefinido la circulación de vehículos pesados de oeste a este hasta que técnicos evalúen daños que sólo basta con observar la dimensión para darse cuenta de que son cuantiosos.

Ante la frecuencia y dimensión de los atentados contra la propiedad y la seguridad ciudadana no basta con lamentos ni indignación. Se trata de desafíos, reiterados cada vez con más dramatismo, que las autoridades deben encarar con medidas enérgicas y eficaces. De lo contrario ¿qué no se robarán un día?

Por todos los factores que implica lo del Duarte puede ser lo más asombroso, pero la realidad es que no ha sido la única estructura que ha sido víctima de la depredación de sus instalaciones. Sin ir más allá, es oportuno recordar que hace unos años Haina y San Cristóbal quedaron incomunicados a causa de la caída de un puente al que habían robado sus soportes metálicos.

El Nacional

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