El encuentro que sostuvieron el viernes el ex presidente Hipólito Mejia y el ingeniero Miguel Vargas Maldonado puede ser considerado como un auspicioso primer paso hacia la resolución de la dilatada crisis que agobia al Partido Revolucionario (PRD) y, por vía de consecuencia a la democracia política nacional.
Aunque en esa reunión no se abordaran temas relativos al conflicto interno del PRD, ambos líderes ponderaron su alcance, al señalar Mejía que puede ser el inicio de un proceso que conduzca al entendimiento, en tanto que Vargas Maldonado lo definió como un encuentro que sirvió para restablecer relaciones personales.
Hasta el día de esa reunión, el ex mandatario y el presidente del PRD marchaban en dirección contraria al trayecto dialogante que reclama la sociedad dominicana, que ha sido surcado por el presidente Danilo Medina en sus encuentros con esos líderes y con el presidente del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), ingeniero Carlos Morales Troncoso, con los que ha tratado sobre temas de la agenda nacional.
Satisface saber que Mejía y Vargas Maldonado acordaron volver a reunirse para abordar posibles vías de solución a la crisis perredeísta que en términos reales parece circunscribirse a las élites de ese partido y no a sus bases que constantemente claman por una unidad partidaria que debería sustentarse en la voluntad de la mayoría de sus miembros expresada libremente y conforme a los estatutos partidarios.
El PRD es el principal partido de oposición, pero su vocación de poder ha sido severamente diezmada por luchas intestinas matizadas por excesos de ambición o celos en su dirigencia, lo que también debilita a un todavía endeble espacio democrático, que estuvo sustentado sobre un trípode partidario. Las encuestas políticas revelan de manera sostenida que la sociedad, y en particular la membresía perredeísta, muestra hastío y rechazo hacia una dilatada crisis sin pie ni cabeza, amamantada por inexplicables resabios o crónica vocación hacia el fomento del sectarismo, por lo que el primer encuentro Mejia-Vargas Maldonado debería marcar el inicio del fin de esa conducta excluyente.
La experiencia de debilitamiento o autodestrucción de instituciones partidarias tradicionales ha sido traumática para América Latina, que ha sufrido de retroceso político o severas divisiones sociales que se reflejan en prolongadas crisis políticas, indeseado escenario que aquí debería evitarse con la medicina del respeto a la mayoría. Se recibe, pues, con buen augurio, la reunión entre los principales líderes del PRD, que han prometido abandonar el camino de la confrontación irracional por el de un dialogo franco, abierto que se corresponda con el anhelo de las bases de ese partido de promover la unidad en la diversidad, con la democracia y el respeto recíproco como norte.

