El papa Benedicto XVI ha pisado tierra de México, una de las naciones de mayor arraigo católico del continente, asolada hoy por cruenta violencia generada por el narcotráfico o lo que define como idolatría al dinero. El pontífice ha llegado a una región donde todavía enviados de la Iglesia claman con qué derecho se ejerce tanta explotación.
Benedicto ha llegado a un México atribulado por la violencia provocada y auspiciada por cárteles de las drogas que ha causado la muerte de más de 47 mil personas desde diciembre de 2006, cuando el presidente Rafael Calderón asumió el poder.
Gobierno y pueblo aztecas luchan de manera resuelta contra un flagelo que ha escogido la patria de Emiliano Zapata y Benito Juárez como centro de una conflagración criminal, cuyo único propósito es poder controlar las exportaciones de drogas hacia el más grande mercado de consumo, que está al otro lado de la frontera.
El júbilo por la visita del vicario de Cristo a México se extiende desde el sur del río Bravo hasta la Patagonia, porque la presencia de Benedicto en estas tierras es como bálsamo que alivia heridas aun abiertas desde hace más de 500 años, cuando la cruz fue clavada sobre el principio de la esclavitud y la explotación del hombre por el hombre.
La Habana será el otro punto de encuentro con Benedicto, lo que permitirá a tan distinguido visitante y a sus anfitriones recrear el clamor de su antecesor, Juan Pablo II, de que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba.
En el avión que lo trasladó desde el Vaticano hasta Ciudad México, el Papa urgió al gobierno cubano a abandonar el marxismo que a su juicio no responde a la realidad, pero quizás antes de llegar a la Isla Fascinante, Su Santidad, le pida a Estados Unidos abandonar el inhumano bloqueo comercial que por más de 50 años ha impuesto contra Cuba.
Latinoamérica, una región fuera de la agenda de las grandes potencias con excepción de Brasil, Argentina, Chile y Venezuela, recibe hoy con los brazos abiertos al mensajero de paz y justicia para unirse en oración al Altísimo por el cese de la violencia en México y para que las grandes metrópolis ayuden a combatir la desesperanza que abate a millones de personas en el continente. Los dominicanos que tuvieron el privilegio de recibir tres veces al Papa Juan Pablo, saludan desde esta tierra de primacías al Santo Padre y se unen a la cadena de oración por México, Cuba y por los oprimidos de todo el mundo.

