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Bonyé

Bonyé

Chiqui Vicioso

Develaron el árbol de Navidad de la Plaza España, con un espectáculo del grupo de soneros Bonyé que aglutinó a unas tres mil personas. De hecho es en la Plaza donde debería presentarse el grupo cada domingo, no en la incomodísima y reducida entrada de las Ruinas de San Francisco.

Por suerte logramos conseguir una mesa frente al espectáculo y ver como jvenes, niños y viejos bailaban, aplaudían, levantaban los brazos, embargados de una euforia navideña.

Lo comprobé cuando Bonye, fiel a su tradición nacionalista de verdad, saco la bandera dominicana y recito el poema de Deligne que todo el mundo se saber: “Que linda en el tope estas, dominicana bandera, quien te viera quien te viera, mas arriba mucho mas”.

La Plaza estaba llena de vendedores de luces, el árbol precioso, todo blanco y con una estrella enorme. La niñez corria detrás de los vendedores y habia gladiadores de todas las edades con espadas rojas, verdes y amarillas, azules, globos y burbujas.

Pense que a esa misma hora cuarenta millones de ucranianos estaban congelándose, con temperaturas de diez y quince bajo cero. Que miles de soldados jovenes rusos habían dejado sus hogares y morían a manos de los neonazis ucranianos que les están dando un solo tiro en la frente, violando todas las reglas de trato a los prisioneros de guerra. Pense en la guerra de egos entre Putin y Zelenski, un actor que tiene ahora al mundo como escenario y se crece en su rol de Churchill ucraniano.

Les confieso que sentí un gran cansancio. Mire los arboles circundantes, los dominicanos disfrutando una alegría que es tan típica de nosotros cada vez que suena un buen merengue y la gente se lanza a la pista y balancea en las sillas.
Mire a las familias completas que por el ingles de los niños supe venían de Nueva York, los ríos de cerveza, el ron, las picaderas, la gente simple disfrutando las simplezas de la vida.

Mire al grupo Bonye, ese colectivo de sociólogos y profesionales que decidio hacernos felices a todos cada domingo, con la felicidad que caracteriza a los únicos artistas que disfrutan y comparten su arte: los músicos.

Y les confieso que me sentí muy feliz de ser dominicana, a pesar de todas las maneras en que intentamos ser infelices, con la agresividad del transito, la gente que habla a gritos, los insultos cotidianos entre vendedores y choferes, las discotecas que debian ser quemadas porque no dejan dormir con su música para autistas, la envidia de profesionales de oficina y su arbitrariedad digna de risa, si no fuera tan perjudicial para la gente verdaderamente creativa y laboriosa.
¡Que viva la feliz dominicanidad!