Por: Juan Carlos García
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La fiesta de año nuevo comienza en una época en la que aún no existía un calendario anual. Más de 300 de estas fiestas en la Europa medieval se celebraban al gusto de cada pequeño reinado. Con el tiempo se impuso el estándar: el tiempo transcurrido entre la siembra y la cosecha representaba un “año” o ciclo.
Establecer un calendario único anual fue un imponente triunfo de la mente humana, que venciendo odios y envidias, se unificó sin problemas en la medición del tiempo. También es el primer ejemplo de globalización a gran escala. Cuando Marco Polo globalizó los espaguetis chinos, realmente sólo los italianizó. El te que China impuso como costumbre en Inglaterra y otros países europeos, alcanzó el rango de global hasta 1930, en que el te chino se bebía en importante proporción en todo el mundo.
La Iglesia estableció su propia festividad equivalente al 1ro. de enero, justo en esa misma fecha, con la Circuncisión del Señor, que todavía observan católicos, luteranos, episcopalianos y numerosas Iglesias ortodoxas de Oriente. Durante la Edad Media, la Iglesia se mantuvo tan hostil al antiguo Año Nuevo pagano, que en las ciudades y países predominantemente católicos esta celebración desapareció por completo,
En China las fuerzas de la luz, el Yang, derrotaban anualmente a las fuerzas de la oscuridad, el Yin, cuando en esta noche mágica la gente se congregaba para hacer sonar platillos y detonar petardos. En Norteamérica, fueron los holandeses en su colonia de Nueva Amsterdam en el siglo XVII, quienes originaron las modernas celebraciones de la Nochevieja, aunque es posible que los indios nativos de esas tierras les hubieran dado un ruidoso ejemplo en este sentido y con ello hubieran allanado el camino.
Los colonos norteamericanos presenciaron la anárquica celebración anual de la Nochevieja por los indios y su conducta no fue mucho más austera, si bien la escasez de ropas, muebles y comida les impedía encender hogueras. En la Nochevieja de 1775 los festejos que se celebraron en la ciudad de Nueva York fueron tan ruidosos, que dos meses más tarde las autoridades prohibieron los petardos, las bombas de fabricación casera y el uso de las armas de fuego.

