Editorial

Cadena perpetua

Cadena perpetua

La  instauración de la cadena perpetua como forma de contener el auge de la criminalidad ha sido reclamo durante muchos años de amplios sectores de la sociedad que  siempre colisiona con el criterio de moderación que expresa el legislador en todo lo referido al sistema de sanción y cumplimiento de la pena.

Esta vez, el candidato presidencial doctor Guillermo Moreno  sugiere  aplicar  prisión a perpetuidad a los culpables de feminicidio, un tipo de asesinato que considera se ha convertido  en epidemia criminal,  figura que requeriría ser insertada en el Código Penal.

En lo que va de año, más de  veinte mujeres han  muerto a manos de maridos, ex esposos o pretendientes y  en los últimos seis años se han perpetrado  mil 353 feminicidios, un promedio de uno cada 45 horas.

Sobran las razones para  que  el Poder Legislativo instaure la cadena perpetua como pena máxima para inculpados en  ese tipo de homicidio, cuya prevención ha de incluir también  elevadas dosis de educación y atención especial del Estado a la problemática de la familia y la pareja.

Quienes objetan la aplicación de tan drástica figura señalan que en otras naciones donde  está  vigente la cadena perpetua también se registran altos índices de feminicidios, pero otros creen que  debe incluirse también la pena de muerte como forma de frenar en seco ese flagelo.

A lo que se aspira es  que confluya una firme y armónica  combinación de todos los remedios preventivos y de persecución  penal  que  procure disminuir a su mínima expresión la comisión  de feminicidios o de cualquier  forma de agresión física o moral contra la mujer.

Es menester que la sociedad asuma como cuestión prioritaria  el  fortalecimiento de la institución familiar por vía de efectivas políticas de inserción social, mayores recursos a la educación, programas  que permitan acceso al empleo digno, a la salud y a la vivienda, como forma también de desalentar la violencia contra la mujer.

  La cadena perpetua debería ser considerada para incluirse en el sistema de  sanciones penales referidas no solo al feminicidio, sino también para ser aplicada contra  acusados de prevaricación, estupro, trata de blanca, narcotráfico y otros  crímenes agravados. La pena de muerte sería el próximo paso.

El Nacional

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