De los cambios introducidos anoche por el presidente Luis Abinader, el más significativo lo constituyó la destitución de Roberto Fulcar como ministro de Educación.

En la víspera Fulcar había dado cuenta de los logros y avances que desde su punto de vista se habían alcanzado durante su conflictiva gestión de dos años en la cartera.

Su condición de jefe de campaña de Abinader lo hacían ver, pese a todos los conflictos con que navegó, como una especie de vaca sagrada del gabinete.

Mientras se le designó ministro sin cartera, en su lugar fue nombrado Ángel Hernández, un reputado académico que se desempeñaba como rector de la UAPA. Para reforzar los controles Abinader nombró a Julio Cordero como viceministro administrativo de Educación.

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Cordero se desempeñaba como embajador en Colombia. Horas antes de anunciarse las remociones la Dirección de Contrataciones Públicas había anunciado que desde hace un mes está suspendida la licitación para Educación adquirir el suministro de libros digitales para el año escolar 2022-23.

El proceso había sido impugnado ante el Tribunal Superior Administrativo por una de las firmas participantes.

Hernández, de una larga trayectoria en el sector de la enseñanza, tiene por delante los retos no solo de superar los conflictos en la cartera, sino de mejorar la calidad de una educación que en las evaluaciones internacionales sigue obteniendo malas notas en las materias básicas.