Decir “no”
Señor director:
Tanto el que educa como el que gobierna tienen que aprender a decir “no”. Si no interiorizan hasta hacerla explicita esa partícula en todas las circunstancias que las requieran, uno y otro será interferido en sus metas y objetivos. Los objetivos del educador son que sus procesos de enseñanza impacten de tal manera en los alumnos que provoquen que los aprendizajes de los contenidos se produzcan de modo ascendente hasta que alcancen el punto más alto de comprensión y exposición interactiva de los conocimientos adquiridos tanto a través del texto como del contexto social. Para que un educador alcance esos logros, necesita decir “no” a la pretensión del estudiante de oponente a que evalúe su aprendizaje, y al deseo de la madre que insiste en que su hijo no es desaplicado sino que el maestro está confundido sobre lo que debe enseñarle.
En tanto que los objetivos de quien gobierna una nación, no se limitan solo a ordenar y dirigir los contextos sociales y económicos que eviten la violencia estructural y social, además de los conflictos que podrían generar sus fronteras e inmigrantes, sino que también tiene como objetivo supremo recaudar suficientes recursos que permitan garantizar un mínimo de bienestar social, emocional, educativo, alimentario, recreativo, buen estado de salud física, y sobre todo, garantía de seguridad de desplazamiento por todo el territorio, de ser remunerado justamente por una labor realizada, garantía del orden interno y de que absolutamente nadie puede burlarse de la ley entre los gobernados. Pero, para que un gobierno sea capaz de demostrar que nada ni nadie va a interferir en la consecución de esos objetivos, su lenguaje corporal y verbal deben coincidir en decir “no” a los deseos de individuos y grupos.
En su esquema de gobernar no puede dejarle un hueco para que se acomode lo que yo llamo la “gente lámina”, es decir, aquella que cree que si “lloriquea” continuamente para que una disposición no se cumpla hasta que sus lágrimas se deslicen por algún agujero y desencadena alguna conmiseración en alguien de poder, a lo mejor todo seguirá como antes.
He visto con asombro como diversas agrupaciones empresariales están pidiendo que no se aplique o se posponga la orden de la DGII de que todos los negocios y empresas medianos a partir de enero tienen que dotarse de registradoras fiscales las que reducirían un poco la gigantesca evasión fiscal predominante en ese sector de la economía. A ese malicioso deseo, el Gobierno debe decir “¡no!”
Atentamente,
Dr. Pedro Mendoza
Santiago.-

