Editorial Opinión

Chantaje

Chantaje

El tema sobre supuesto odio racial se emplea en República Dominicana con la finalidad de restar validez o justificación a la preocupación colectiva sobre los efectos combinados de agravamiento de la crisis en Haití y la inmigración incontrolada.

Cada vez que desde diferentes litorales de la nación se elevan quejas por el desborde migratorio a través de la frontera o la incidencia de la mano de obra indocumentada en el ámbito laboral, se plantea la exacerbación racial o el discurso de odio.

La Organización de Estados Americanos (OEA), líderes y cancilleres de todo el mundo, y hasta el influyente periódico estadounidense The Washington Post, han expresado preocupación o alarma por la situación de Haití, sin que nadie se atreva a señalar que se mercadea discriminación racial.

Debería admitirse que la historia entre ambos pueblos ha sido conflictiva desde el origen accidentado de lo que sería Haití, conglomerado que fue sometido al más abyecto régimen esclavista por Francia, que al igual que otras potencias colonialistas, pretendió también el control del Santo Domingo español.

Sin importar la conducta racista que se pretende atribuir al gentilicio nacional, lo cierto es que Haití es un barril de pólvora a punto de estallar y que la mayoría de las esquirlas de esa explosión irán en dirección al territorio nacional, lo que colocaría en grave peligro la propia estabilidad de una nación que ha sido cirineo de sus vecinos.

A todas las naciones del mundo, incluidas las que comparten territorios continentales o islas con otros estados, se les reconoce el derecho a ejercer control migratorio, menos a República Dominicana, a la que además se le endilga el sambenito de racista, como si fuera un conglomerado de supremacistas blancos.

Sobran las estadísticas sobre efectos adversos que produce el descontrol migratorio en los ámbitos de educación, salud, laboral, vivienda y seguridad ciudadana, aunque se admite que empleadores inescrupulosos se aprovechan de la mano de obra barata y desahuciada haitiana en violación a la ley.

No se niega que, como en todas partes, algunos sectores abordan el acuciante tema haitiano con alguna dosis de discriminación, pero lo cierto y verdadero es que ese tema se emplea más como chantaje que como preocupación ante una posible conducta aberrante. Quienes así actúan sirven de manera consciente o inconsciente a los propósitos imperiales de promover un estadio binacional de miseria compartida.

El Nacional

Es la voz de los que no tienen voz y representa los intereses de aquellos que aportan y trabajan por edificar una gran nación