El chantaje digital, es la nueva epidemia que amenaza al país. Vivimos una peligrosa paradoja: En plena era de la inteligencia artificial y transformación digital, donde cientos de jóvenes han encontrado en las plataformas de streaming y redes sociales un espacio legítimo para informar, entretener y crear negocios, también ha surgido una plaga que amenaza la credibilidad del periodismo y la estabilidad institucional.
Un grupo de autoproclamados “comunicadores” ha convertido la difamación y la extorsión en un negocio rentable. Sin pruebas, sin rigor, irresponsablemente, señalan, acusan y chantajean a funcionarios de instituciones y figuras públicas.
Amparados en la debilidad de las leyes que no penalizan con contundencia la injuria, utilizan la denuncia como arma y el descrédito como moneda de cambio. Los casos se multiplican. Uno de estos personajes presume tener “400 videos de pruebas” contra autoridades, pero nunca muestra un solo segundo de evidencia. Otro, detenido recientemente y obligado a portar grilletes, se promociona como paladín anticorrupción, lo curioso es que ciertas denuncias parecen tener más valor en efectivo que en justicia.
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En un escenario donde la verdad debería ser un fin, algunos la han convertido en simple utilería. Sus denuncias, que aparentan ser gestos de valentía, terminan siendo monedas de cambio en un mercado de intereses privados. Con gran histrionismo, proclaman ética en voz alta, mientras calladamente negocian el precio de lo que dicen o de su silencio .
Al final, no investigan para esclarecer, sino para cotizar. Hay algunos con más de ocho demandas abiertas en tribunales. El daño no solo es contra las víctimas.
Es un golpe directo a los comunicadores serios que, con sacrificio, cumplen la misión de informar con respeto y veracidad. Esta práctica malsana contamina la opinión pública, genera desconfianza y crea un ambiente en el que cualquiera puede ser agraviado y casi destruido sin derecho a defensa. Algo positivo en todo esto.
Estos personajes con sus contenidos mendaces y cargados de falacias, pierden credibilidad, aprecio y admiración, si alguna vez les tuvieron.
Es hora de frenar este cáncer. Los funcionarios deben dejar de alimentar a estos mercenarios con favores y sobornos; la justicia debe actuar con firmeza antes de que la desesperación empuje a que la gente tome la ley en sus manos. La historia de México y Colombia muestra lo que ocurre cuando el plomo sustituye a la palabra. La República Dominicana aún está a tiempo. Pero el reloj corre.
José Vicente Calderón R.