La República Dominicana es una sociedad conservadora, donde los escándalos de corrupción han marcado ciclos de indignación y reformas parciales, no desde ahora, sino hace años, si vemos un poco de la historia.
Desde la muerte de Trujillo, la sociedad dominicana abrazó el tema de la corrupción como causa social, y hasta el momento no ha parado. Cada presidente ha intentado dejar su impronta para que conste en acta cuando le toque bajar del solio presidencial y volver a la vida de un ciudadano común. Si damos un vistazo a nuestra historia, los ejemplos sobran.
Joaquín Balaguer, ciego y acorralado por una demanda social que gritaba a todo pulmón el cese de la corrupción y cero impunidad —aunque sin redes sociales para la época— lo hizo reaccionar; llegó a pronunciar su célebre frase: “La corrupción se detenía en la puerta de su despacho”.
Leonel Fernández, en 1996, vendió en su campaña una esperanza cargada bajo el eslogan “El Nuevo Camino” (New Way), con la promesa de marcar la diferencia ante la sociedad y enfrentar la corrupción, a la que calificaba de crimen, porque “cada peso de la corrupción le quitaba un vaso de leche a un niño pobre”.
Hipólito Mejía, por su lado, en varios escenarios públicos repitió que no iba a encubrir funcionarios corruptos. Una de sus frases más recordadas fue: “Si me demuestran que alguien de mi gobierno está en corrupción, yo mismo lo someto”. Danilo Medina decía que actuaría “hasta por rumor público”.
En el caso del presidente Luis Abinader, ha demostrado la mayor coherencia política. Desde el principio dijo que “tengo amigos, pero no socios”. Por eso, el anuncio de la campaña “Protegiendo lo Nuestro” y la creación de una plataforma digital para denuncias anónimas de corrupción constituyen una señal de coherencia política y de su decisión de no manchar su impronta, o al menos protegerla al máximo.
Claro está, dicha iniciativa no significa que acabará con un mal histórico como la corrupción —de ninguna manera—, pero sí abre todas las puertas y le da una llave al ciudadano para que la use cuando lo entienda de lugar, y más ahora en tiempos en que las redes amplifican cualquier sonido.
El presidente ha demostrado que no le tiembla el pulso cuando se trata de mover piezas, sin importar apellidos ni cercanías políticas. Tanto así que, en los primeros cuatro años de gestión (2020–2024), de 38 funcionarios que ocupaban dependencias importantes, 34 fueron removidos por escándalos administrativos o conflictos judiciales. Por citar algunos casos, Lisandro Macarrulla, un hombre de peso social, económico y moral, que “sonó más que una tambora”, salió del gabinete.
Adán Peguero, suspendido y luego destituido del Inposdom; Roberto Fulcar, jefe de campaña, cuya gestión fue más ruido que una orquesta desafinada; Kimberly Taveras, removida de la Juventud y otros.
Por: Elvis Lima
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