Cójanlo

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Mea culpa

 

La dimensión alcanzada por los embarazos de adolescentes constituye un sonoro cuestionamiento al cuantioso gasto social y a las estadísticas sobre la disminución de la pobreza que suelen enarbolarse como trofeo.

En una nación cuya economía creció un 7% en 2018 es inconcebible que, como reconoció la vicepresidenta Margarita Cedeño de Fernández, no se contara con un programa bien articulado para enfrentar los embarazos de jovencitas.

Si se recrea el pasado como antecedente de los programas que se han anunciado ha sido por el derroche de recursos que ha caracterizado las llamadas políticas sociales que los embarazos se han erigido como desafío.

El grado alcanzado, que ha colocado a este país por encima del promedio en la región, ha obligado a ver la gravedad del problema, como se evidencia en el anuncio del plan para reducir el drama demográfico.

Entre las secuelas se conocen la deserción escolar, la prostitución, la mortalidad materna e infantil y otros desafíos económicos y sociales. De ejecutarse sin la incidencia del clientelismo que ha contaminado importantes programas y tomando en cuenta las necesidades reales de la familia, el plan puede dar saludables resultados.

El Nacional

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