Sin novedad
La oficialización de Miguel Díaz Canel como presidente de Cuba, con todo y el cambio que plantea en la historia política de la nación, no ha tenido el menor impacto.
Más que como un gobernante con autoridad e independencia para conducir los destinos de la isla lo cierto es que se le aprecia como un títere de la estructura de poder que controla Raúl Castro. Díaz Canel ni nadie se han atrevido a hablar de una nueva era, porque la oficialización en el marco de la actual estructura no es más que una rutina.
Nadie, por de pronto, debe hacerse ilusiones ni tampoco reclamarle a Díaz Canel cambios profundos en la estructura social y económica de la isla porque es obvio que carece de poder. Díaz Canel no seguirá a pies juntillas el modelo de sus antecesores y líderes de la revolución, Fidel y Raúl Castro, pero tampoco marcará diferencia.
Es lo que se advierte conforme al actual panorama. No significa que en Cuba no habrá cambios, pero serán más cosméticos que de significación alguna.
Aunque tampoco puede perderse de vista que Díaz Canel representa una nueva generación que hoy tiene otra visión y otras necesidades sociales y económicas en la política de la nación, no ha tenido el menor impacto.