No me queda más que fe
Ver cómo transcurre la existencia y la facilidad de navegación de la mentira y la difamación, hace ver que, ciertamente, no me queda más que fe.
Sentir que las incertidumbres tienen espacios y vías de expresión, sin dudarlo, me hacen ver que no me queda más que fe.
Percibir que tener razón se ha confundido con la capacidad de levantar la voz y pronunciar “malas palabras” en lugar de argumentos serenos y seguros, me muestra que no me queda más que fe.
Entender que ahora todos tenemos la posibilidad de conquistar la atención de miles y millones de personas a partir de vender el morbo y el escándalo, me lleva a mi esquinita a pensar, a convencerme de que no me queda más que fe.
Sentir que una trayectoria profesional que debía inspirar respeto, solo depende de que alguien escriba cuatro líneas, use una foto y un logo para tratar de enterrar el prestigio acumulado, me lleva a convencerme de que no me queda más que fe.
Experimentar cómo ha cambiado la comunicación que levanta ahora con mayor fuerza la testosterona que el reflexivo intelectual, me lleva a pensar que no me queda más que fe.
Mirar que lo que antes eran contenidos valiosos y edificantes se ha cambiado por un plato de almendras envenenadas de mala intención, ha de convencerme de que no me queda más que fe.
Entender que proclamar una palabra que impulse el crecimiento tiene menos valor que el machismo que viste a tertuliantes en procura de visitas para monetizar sus sitios virtuales, ha de hacerme entender que no me queda más que fe.
Saber que los caminos de las certidumbres nunca serán clausurados por la mentira y la putrefacción incorporada ante micrófonos y cámaras me hace claro que no me queda más que fe.
Mirar cómo ha cambiado este mundo, en el cual antes la verdad era patrimonio compartido, y que ahora se expone a las fétidas aguas de la envidia que se suicida en sí misma, ha de indicarme que sólo me queda el retorno de la fe.
Darme cuenta de que lamentarme no me lleva a parte alguna, que cada quien tiene que cargar sus cadáveres inertes, me ayuda a crecer por ese camino en el cual ya existe mucho más que la fe.
Y que nadie se queje todavía, ahora es cuando nace y sobra, esa dación de fe.