Tras la interrupción del año pasado por efectos de la pandemia de la covid, el carnaval se convirtió en un bálsamo que la gente necesitaba para disfrutar con la algarabía propia del colorido que proporcionan las comparsas.

El público no reparó en los aguaceros para desplazarse al Malecón a celebrar los disfraces y el gran espectáculo que constituye la fiesta.

Dedicado a Cotuí, el carnaval, un patrimonio del pueblo, fue una verdadera manifestación de alegría, en el que siempre hacen su tradicional desfile los diablos cojuelos, los robalagallina, tiznados, califés, Anaísa, guloyas, lechones y la más amplia gama de personajes que le imprimen la diversidad que lo caracteriza.

Además de la habitual exhibición, los participantes tenían un motivo adicional con el premio de un millón de pesos para la mejor comparsa.

Pero también habrá otros 20 premios que pueden compensar el gasto y el esfuerzo de las personas que incurren en grandes gastos para estar en el desfile.

El Ministerio de Cultura salió muy bien parado de la prueba que este año tuvo como reyes al comediante y diplomático Cuquín Victoria y a la artista Marily Gallardo.

En el evento había muchas familias aplaudiendo y riendo de las comparsas y personajes que llenaron el tramo del Malecón desde la avenida Máximo Gómez hasta la calle Presidente Vicini Burgos.

El carnaval sintetizó el gran deseo de la gente de disfrutar del colorido y los personajes propios del folclore dominicano.