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Competitividad gestión y desarrollo

Competitividad gestión y desarrollo

La implementación de un sistema de gestión de calidad, de seguridad, de salud ocupacional o de gestión ambiental supone un gran reto para la mayoría de las empresas debido a los costos y las transformaciones internas que se requieren en cuanto a capacitación del personal y mejora de procesos.

Pero el reto mayor es permanecer en el mercado en un mundo cada vez más competitivo, donde los clientes tienen mayor acceso a información y son cada vez más exigentes, están más empoderados, y demandan más calidad, con mayor valor agregado, bajo costo y de manera instantánea.

El internet y las tecnologías de la información han propiciado un entorno más conectado, en el cual no existen canales de demanda claramente definidos, por lo que las plataformas de comercio, la “forma tradicional” de hacer negocios, las estructuras de las cadenas de suministro y de cadenas logísticas, han tenido que evolucionar hacia el inmediatismo. Se trata de actualizarse o desaparecer, ya no es oferta y demanda.

El 23 de octubre del 2017 el presidente Danilo Medina designó a nueve empresarios en el pleno del Consejo Nacional de Competitividad (CNC), y nombró a otros 35 miembros en un nuevo Consejo Consultivo, lo cual supone la integración de los principales sectores de la economía nacional en un órgano consultor para tratar temas relacionados a la competitividad.

Aunque esto supone un paso importante, el CNC tiene grandes retos a futuro debido a que, a pesar de los considerables avances en términos de apoyo al sector exportador que ha venido haciendo el gobierno en los últimos cuatro años, según el estudio llamado Índice de Competitividad Global 2017 del World Economic Forum, República Dominicana se encuentra en el lugar número 104 de 137 países que son medidos a través de este índice.

En este índice, para República Dominicana, se encontró que existen ciertos factores negativos que influyen e inciden a la hora de hacer negocios, entre los que resaltan como principales la corrupción, la ineficiente burocracia gubernamental, impuestos y aranceles elevados, una fuerza de trabajo inadecuadamente capacitada, el crimen y el robo entre otros factores.

De doce pilares que contiene este índice de competitividad, existen dos que nos sitúan en una posición de desventaja con respecto a otros países de la región: la sofisticación de negocios y el de la innovación.
En cuanto al factor innovación, estamos en el lugar 120 de 137 países, lo cual requiere que prestemos atención a este tema, ya que el país posee el potencial necesario para diversificar su oferta de productos hacia el mercadeo de exportación, no obstante mucho de este potencial solo se va como materia prima a otros países sin que lo aprovechemos.

Nuestras exportaciones, según información del OEC (Observatory of Economic Complexity) del MIT (Massachussets Institute of Technology), en 2016 ascendieron a 8.72 billones de dólares, situándonos en el lugar 69 de 120 países observados, pero, aquí tenemos que evaluar bien que fue lo que “exportamos” debido a que gran parte de estas exportaciones no necesariamente “beneficiaron” a la industria nacional en términos productivos: oro, ferroaleaciones y joyería (minería) 24.6%, instrumentos médicos (zonas francas) 11%, equipos eléctricos (zonas francas) 4.6%, textiles (zonas francas) 4.0% y calzados (zonas francas) 3.8%.

Esto significa que el 48% de las exportaciones del país proviene de las zonas francas y la industria minera básicamente, lo cual solo nos deja con una cuota de exportación nacional de 52%.

Esto podría suponer que el Estado aplique y asuma además, una política de incentivo y protección al sector exportador, pero no solo para los grandes conglomerados industriales o solo para algunos sectores sino para la pequeña y mediana empresa, cuyos productos podrían competir con mucha facilidad frente a productos similares en otros mercados a los cuales no acceden por diversos factores.

La tecnificación por sí sola no garantiza que los productos dominicanos entren en los mercados internacionales a competir con otros productos que aunque, quizás inferiores en cuando a la calidad de sus insumos o materia prima, sus industrias están avaladas por sistemas de gestión de calidad y de seguridad que los hacen ser preferidos por los consumidores y los clientes a los que van destinados.

Muchas de estas empresas, en especial de Latinoamérica, que han penetrado mercados exigentes como Estados Unidos, Canadá y Europa entre otros, lo han hecho utilizando como estandarte no solo su marca país, sino por la certificación y calificación de sus sistemas de producción y gestión, ya que los mismos generan una de las cosas más importantes a la hora de decidir sobre un producto o servicio: Confianza.

Las empresas que han logrado combinar un Sistema de Gestión de la Calidad basado en la norma ISO 9001 y en de Seguridad de la Cadena de Suministro como BASC (Business Alliance for Secure Commerce) y el OEA (Operador Económico Autorizado), así como la norma ISO 28000 (Suplly Chain Security Management), obtienen una mayor ventaja competitiva al momento de acceder a los mercados internacionales por la confianza que generan y por la diferenciación que ofrecen estas certificación con respecto a las empresas no certificadas.

Para ser más competitivos en un mercado cada vez más cambiante, con una oferta y demanda cada vez más compleja debemos evolucionar como país e ir enfocando a las empresas en la obtención de sistemas de gestión que propicien la elevación de la percepción de confianza de nuestra marca país.

Es esto, deben intervenir todos los sectores productivos de la vida nacional y enfocarnos en un plan-pais estratégico en el mediano y largo plazo para lograrlo.

El Nacional

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