Editorial

 Concejales

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Atrás quedaron los tiempos en que el cargo de regidor se otorgaba como reconocimiento a los méritos  del munícipe seleccionado, quien  a su vez prestaba sus servicios de forma honorífica. Hoy en día, un concejal percibe salario de lujo y ostenta numerosos privilegios laborales.

Es el caso del Ayuntamiento Santo Domingo Este, donde 33 regidores ganan 184 mil pesos mensuales, de los cuales 104 son por ingresos adicionales: 50 mil por acudir a las sesiones, 35 mil “por compensación” y 19 mil por combustibles.

Esos altos ingresos  son comunes a la mayoría de las alcaldías, sin importar si corresponden a demarcaciones grandes o pequeñas, pues  propios concejales se encargan de  aumentarse a sí mismos los sueldos y compensaciones.

 Hay que imaginarse la tremenda carga financiera que significan las decenas de puestos de regidores en los cuatro municipios que conforman el Gran Santo Domingo y sus muchas juntas municipales.

Más grave aún es la persistencia de  congresistas  por crear nuevos municipios, los cuales literalmente estarían divididos uno de los otros por cañadas o callejuelas, pero con mayores cargas burocráticas, inservibles a los fines prácticos.

No se aspira a que  regidores o concejales laboren de manera honorífica, como ocurría hasta mediado del siglo pasado, ni  a que  se  conjure la vara política  usada para su escogencia, pero  resulta  abusivo que  a base de sueldos altos y prebendas adicionales se pretenda  crear una nueva casta de  funcionarios privilegiados.

No son muchas las naciones  subdesarrolladas  donde se otorgue a cada senador un barril de dinero para  distribuirlo a su mejor discreción y fondos especiales a los diputados para los mismos fines.

El colmo parece ser la  clonación de esa desgracia en los Ayuntamientos, donde el clientelismo político se viste de lino y seda para  obtener  sueldos  de lujo  en el desempeño de una función que antes  sólo estaba prevalida del buen nombre del concejal.

El Nacional

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