Editorial

Convencer para vencer

Convencer para vencer

En la medida en que se acerca el tiempo del día de las votaciones, estrategas de campana acostumbran a recomendar a sus candidatos y voceros arreciar el discurso ofensivo contra el adversario en la seguridad de que acusaciones o contra acusaciones atraen votos o restan sufragios al contrario. Nada más alejado de la verdad.

A dos meses y cuatro días de las elecciones no se ha producido- gracias a Dios- ningún incidente grave relacionado con la campaña electoral, señal inequívoca de que la población ha madurado  a tal punto que no ejerce ni asimila la violencia física ni verbal como conducta política o método proselitista.

El debate electoral puede ser tan intenso y extenso como deseen candidatos y asesores sin necesidad de  convertirse en cañería de insultos u ofensas. Solo se requiere que los contendientes  promuevan y defiendan sus promesas y propuestas o censuren las que  presenta el adversario.

En vez de tirarse “los trapitos al sol”,  los  aspirantes a dirigir los destinos de la nación deberían discutir sobre que  promete hacer o no hacer cada cual con respecto a la educación, salud, medio ambiente, empleo, vivienda, obras de infraestructura, seguridad ciudadana, endeudamiento, criminalidad y economía.

No se objeta que los candidatos  se intercambien acusaciones sobre prevaricación, narcotráfico o inasistencia el domingo a la iglesia, pero tales imputaciones deberían estar avaladas de las pruebas correspondientes e inmediatamente ponerlas en manos del Ministerio Publico o del juez por vía directa.

La industria del chisme, del rumor o de la ofensa  ha estado en declive porque la ciudadanía no luce ya tan entusiasmada con ese tipo de producto  de tan profuso mercadeo en el pasado; la gente prefiere presenciar  choques de ideas, en el entendido que del encontronazo saldrá la luz.

El liderazgo político  esta compelido a  levantar del suelo el debate y elevarlo al más alto nivel como lo exige la población, sin menoscabo a un uso creativo y productivo de las herramientas de marketing político, en procura de captar sentimientos y voluntades ciudadanas  de depositar  el voto a favor de tal o cual candidato. Los aspirantes al inquilinato del Palacio Nacional  deberían  saber que  tras  diez  elecciones  presidenciales consecutivas y otras tantas de medio término, los dominicanos  se han hecho expertos en asuntos electorales y tienen la habilidad de conocer al cojo sentado y al ciego  dormido, por lo que es  conveniente que  todos intenten convencer  sin agredir .

El Nacional

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