La narrativa yugulada (2)
Varias preguntas siempre surgen cuando se presenta a los lectores una determinada antología: ¿quiénes figuran en ella?, ¿están todos los que debieran estar? Posiblemente esas interrogantes sinteticen lo que vendría a ser el tuétano de una recopilación genérica: los seleccionados.
Respecto a esto, Pedro Peix sobredimensionó su antología tratando de abarcar un amplio trecho histórico donde el género narrativo creció progresivamente [sobre todo a partir de finales de los años treinta]; y lo explica con estas palabras: “En los últimos quince años, los cuentistas dominicanos han intentado asumir el torbellino fugaz y necesario de las corrientes literarias en un atropellado [pero justo] afán por reconquistar y colmar la tradición del vacío”.
Esto significa que Peix tenía conocimiento de los alcances de su propia generación —identificada a través de la intelligentsia que la representaba—, lo que requería un análisis separado de las otras. De ahí, que los nombres agrupados en esta Narrativa Yugulada debieron ser desmontados y ordenados, no sólo cronológicamente, sino en categorías cuya representación trascendiera la temática y la datación.
Tal vez por eso, Peix no deseó ser incisivamente riguroso con los textos seleccionados. Parecería que su selección fue una respuesta meditada a otras antologías que no efectuaron una labor mesurada con los textos seleccionados ni con el período histórico en el que aparecieron las narraciones.
Es lógico pensar que ese error radicó en un-pasar-por-alto la condición que debe representar el género literario seleccionado respecto al trecho histórico de su creación y la relación dialéctica con el tema; o sea, el empleo profundo del concepto en la apreciación crítica.
Los autores incluidos en La Narrativa Yugulada no fueron seleccionados [como en otras antologías que aparecieron con anterioridad] por capricho, parentesco literario, amistad, recomendación o participación en grupos; Peix echó a un lado esas monomanías discriminatorias que implicaban un rechazo o una ventaja personal.
Por eso, desde Juan Bosch [que abre la antología] hasta Enriquillo Sánchez [que la cierra], se cubre lo mejor de la cuentística dominicana, y cualquier investigador literario encontrará en ella lo que ha sido la narración breve del país en un período histórico decuarenta años [desde los treinta a los setenta].
Pedro Peix, como narrador, no deja a un lado su imaginación demiúrgica, capaz de tornar algún verbo sonoro —pero poco empleado— en espadilla simbólica para vertebrar alguna agudeza, algún comentario crítico hacia aquellos que han hecho de la literatura nacional un feudo de extravagancias y privilegios.
El verbo yugular [detener algo con violencia, cortar de cuajo, etc.] lo ha empleado Peix como una hipérbole para denotar que a la narrativa corta del país se le cercenó casi con violencia a través del miedo y la censura.
Por eso, Bosch escribió la casi totalidad de su obra narrativa en el exilio, sin el amargo y desquiciante peso de una dictadura sobre su espalda; mientras la mayoría de los escritores jóvenes antologados [como la Generación del 60] tuvieron que hacerlo bajo el acecho del espía o del censor.