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Crimen impune

Crimen impune

Luis Pérez Casanova

El 7 de julio un comando acribilló a balazos en su residencia de Puerto Príncipe al presidente Jovenel Moise. Con las primeras versiones, ofrecidas por el canciller Claude Joseph, quien de inmediato trató de adueñarse del poder, comenzó a tejerse el velo de misterio, que a casi tres meses del asesinato no acaba de despejarse. En principio la investigación la asumió la Policía, pero pronto se determinó que el jefe de la seguridad del mandatario y otros oficiales eran sospechosos, por acción u omisión, del magnicidio.

Se ha dado cuenta incluso de una llamada telefónica horas antes del suceso en que el gobernante pedía que lo fueran a proteger porque lo iban a matar.

Como autor intelectual del crimen se ha identificado al empresario Joseph Badio, quien está prófugo. Para aumentar la confusión se denunció que el actual primer ministro Ariel Henry habló por lo menos dos veces por teléfono con Badio tres horas después de la muerte de Moise. Cuando se le notificó para interrogarlo sobre la versión, Henry destituyó al fiscal que estaba a cargo de la pesquisa.

Del asesinato se ha acusado a un comando colombiano, cuyos integrantes habrían sido reclutados para prestar servicios de seguridad a políticos y empresarios haitianos. Sin embargo el tiempo pasa sin que se vislumbren señales de que el crimen será aclarado sin la menor pizca de dudas. Resulta inconcebible que un asesinato que ha dejado tantas huellas, con los recursos y los modernos métodos de investigación que existen hoy, esté todavía en una suerte de limbo.

La realidad indica que el asesinato de Moise no se ha aclarado porque no se ha querido. Frente a un crimen de tanta magnitud extraña mucho el silencio de la comunidad internacional, con Estados Unidos a la cabeza, que en lugar de cooperar para enjuiciar a los responsables se ha decantado por la celebración de unas elecciones que servirán de muy poco para retomar la senda de la institucionalidad del país. Hay que decirlo.

Si Washington tuviera interés hace tiempo que el crimen estaría aclarado. Era más complejo el atentado de diciembre de 1988 contra un avión de Panam que había salido de Londres para Nueva York, donde murieron los 259 tripulantes y otras 11 personas cuando la nave cayó en Lockerbie, Escocia, y se dilucidó.

La gran incógnita es por qué la comunidad internacional no se ha integrado a las pesquisas para que los autores del asesinato de Moise sean llevados a los tribunales. Y, por favor, que no se alegue respeto a la soberanía de la nación.

Más denso se torna el velo de tomarse en cuenta que hasta las Naciones Unidas ha rehusado intervenir en las investigaciones, como se le solicitó. A tres meses del asesinato el silencio que lo rodea habla con claridad de impunidad.