Desorden político
El autor de esta columna, ha respetado, admirado, solidario y defensor de nuestro pueblo, a quien hemos considerado como un pueblo pequeño, valiente, con tradición militar que tiene la categoría de ser una extraordinaria conducta o comportamiento, más sobresaliente de todos los pueblos del mundo.
Hemos afirmado, ratificado y pregonado en nuestro país y en los escenarios de otros pueblos del mundo, que hemos tenido la oportunidad de conocer que, sin tal vez, el único pueblo con las características del nuestro, se ha visto obligado a combatir desde su Génesis en el orden militar, represivo, abusivo y desconsiderado, en diversas ocasiones, desde que Cristóbal Colón incorporó la Isla de Santo Domingo a la Monarquía Española. Pero ahora, en estos momentos, los dominicanos estamos viviendo en una situación profundamente peligrosa, con un porvenir que nos depara la desaparición del Estado dominicano.
Estamos viviendo en un desorden político tan especial, que ni el gobierno que dirige el destino de la nación, incluidos los partidos políticos, no prestan atención a lo que está sucediendo en la realidad. Recientemente, la semana pasada, en diferentes medios de comunicación salieron los informes de lo que está sucediendo en realidad del “conglomerado humano”, que ocupa la parte occidental de la isla de Santo Domingo.
Importantes periódicos estadounidenses han denunciado el tráfico de armas que desde el Sur de Estados Unidos del estado de la Florida, existe un tráfico de armas hacia ese desorden que tiene el nombre de Haití, adonde están llegando armas poderosas que caen en manos de las bandas de asesinos, violadores y delincuentes, que de hecho tienen el control de Puerto Príncipe.
Las bandas criminales han desorganizado de manera tal a esa comunidad haitiana, ocasionando la muerte a cientos de personas, hombres y mujeres, niñas y niños, y violando niñas menores de edad.
Las autoridades Federales estadounidenses, llevaron a cabo una conferencia de prensa en Miami, encabezada por un agente especial que puso de relieve no solamente el aumento de número de armas confiscadas en los últimos meses, sino el calibre de las mismas.
Entre las armas que fueron confiscadas, se destacaban rifles de francotiradores, calibre 50, que pueden hacer disparos de hasta 1,800 metros de alcance; con un precio de hasta 60 mil dólares, en el mercado negro.
Esas armas no están destinadas para ponerlas en ejecución contra los Estados Unidos de América, Canadá, Francia y desde luego, para no ser utilizadas contra Cuba, Puerto Rico, Islas del Caribe, México o Brasil, de donde expulsan a los haitianos indocumentados que llegan a esos territorios.
Estamos en tránsito directo, hacia el suicidio, como Estado, república y como pueblo, y todos los ciudadanos dominicanos, mujeres, hombres, jóvenes y viejos, estamos obligados a poner fin a esta situación.
En Haití, según los periódicos estadounidenses esas armas están en manos de los delincuentes, criminales, asesinos y violadores, para agredir a los dominicanos que constituyen una nación, con extraordinaria experiencia militar, que tiene como pueblo un historial respetado y admirado, por las inmensas mayorías de otros pueblos del mundo.
No vayamos a esa conducta de cobardía de no defender la soberanía, dignidad y vida de este pueblo “Legendario, veterano de la historia y David del Caribe”.