La muerte a tiros de una pareja de esposos por una patrulla de la Policía es un caso conmovedor que como muchos otros de similares características expresa una cultura letal en agentes del cuerpo.

El alegato de los participantes en el crimen de Joel Díaz y Elizabeth Muñoz Marte es que el vehículo en que el matrimonio se desplazaba fue confundido con el ocupado por delincuentes que habían cometido un atraco en Bonao. Pero todavía la confusión fuera cierta lo cuestionable es que los agentes abrieran fuego contra los ocupantes, como si tuvieran una sentencia de muerte.

Los esposos, que retornaban a Santo Domingo después de participar en una campaña evangélica en la comunidad Los Ganchos de Pino Herrado, Villa Altagracia, viajaban en un Hyundai blanco, N20, que fue interceptado por la patrulla a eso de las 10:00 de la noche.

En la balacera resultó herido Carlos José Pérez, quien acompañaba a la pareja.

La Policía informó que ordenó una investigación y que los integrantes de la patrulla, el segundo teniente Victorino Reyes y los cabos Domingo Perdomo Reyes, Norquis Rodríguez Jiménez y Ángel de los Santos, así como el raso Samuel Ogando Solís han sido suspendidos.

Pero la propensión de los agentes a utilizar sus armas de fuego, como si contaran con alguna orden o no conocieran otro método para lidiar con reales o supuestas violaciones, demanda la extirpación de las mentes cavernarias y una exhaustiva depuración en las filas del cuerpo.