Cuando hay depredación de la foresta, ríos sin agua, corte indiscriminados de árboles, sequía extrema, violencia criminal, fuegos en nuestras cordilleras, ganadería de montaña y robo de ganado, siempre están las manos criminales de los inmigrantes de haitianos ilegales, acostumbrados a vivir en el desierto de su país, ocasionando daños cuantiosos a la República Dominicana.
Sobre el tema nos escribe el experto agrícola, José Alberto Bueno, residente en la provincia de Valverde. Su carta empieza así: “El efecto de las actividades dañinas de los haitianos se traduce en la imposibilidad de que el agua se infiltre al suelo, generando una escorrentía superficial que arrastra consigo la capa vegetal: el resultado es la erosión.”
“Esta degradación ya ha llevado a una pérdida acelerada e irreversible del suelo y con ello la productividad, lo que conduce a una ganadería más costosa, menos competitiva e insostenible a través del tiempo. La reducción de la productividad de los pastos por compactación de los suelos tiende a compensarse con el incremento de consumo de los suplementos y concentrados que afectan la rentabilidad del sistema.”
“En lo que respecta al suelo, los rebaños degradan la tierra, compactándola, erosionándola y convirtiéndola en una zona muy vulnerable a la desertificación.
Tengamos pendiente que nuestras montañas tienen pendientes muy pronunciadas, lo que favorece su erosión, por lo que la ganadería es el uso más inadecuado del suelo, en contra de la vocación del mismo.”
“La ganadería extensiva representa una alta proporción de los causantes de la deforestación en nuestras montañas, cuyo uso incluye tanto a aquellas ganaderías que mantienen con fines productivos, como las inversiones que solo buscan asegurar la tenencia de la tierra mediante la introducción de ganado en pie en las montañas. A esto se suma, que la condición de ganadero sigue representando culturalmente un status social aspirable”.
“Esto lo que quiere decir es que la ganadería en las montañas no es un buen negocio ni para el ambiente ni para el bolsillo de los ganaderos, ni para el bolsillo de los productores río abajo, ni para los ciudadanos que tendremos que asumir el costo del agua escasa.”
“Este artículo convoca al Gobierno a implementar medidas o impulsar una legislación que conlleve a minimizar dicha problemática y evitar su proliferación, ante el riesgo de perder un gran porcentaje de nuestros bosques; los mismos que alimentan y garantizan nuestros sistemas hídricos”.