Editorial

Daños de Isaac

Daños de Isaac

El quehacer colectivo retorna hoy a una relativa normalidad después del áspero periodo de intensas lluvias y vientos con crecidas de ríos y deslizamientos de tierra que provocaron pérdidas de vidas humanas, desplazamiento de más de 13 mil personas, daños a  la agricultura y colapso de puentes y caminos.

Aunque el Centro de Operaciones de Emergencia mantiene  alerta roja para 19 provincias que se mantienen bajo el influjo de los remanentes nubosos dejados por la tormenta Isaac, y que todavía 97 poblaciones estaban incomunicadas, se resalta la rápida  y eficiente intervención de las agencias oficiales a cargo de prevención y socorro.

El presidente Danilo Medina viajó  el domingo a la región Sur para inspeccionar los derrumbes de varios puentes que enlazan a Azua y San José de Ocoa, entre los que figura el puente Boquerón, cuyo paso fue restablecido ayer, lo que permitió el retorno de centenares de vehículos varados en diferentes  comunidades sureñas.

Meteorología ha advertido que  el periodo de lluvias se extendería  hasta el miércoles a causa de una vaguada que se estacionaría sobre el territorio nacional, por lo que  sería prudente que la ciudadanía  cumpla al pie de la letra las recomendaciones del Centro de Operaciones de Emergencia.

El Gobierno ha prometido asistir a productores agropecuarios cuyos predios  resultaron severamente afectados por  el paso de la tormenta Isaac, lo que  debería incluir  las reparaciones de caminos vecinales y carreteras secundarias inhabilitados por las crecidas e inundaciones de ríos, arroyos y cañadas.

La naturaleza ha causado el primer traspié a la nueva gestión gubernamental que  tiene la oportunidad de poder mostrar su proclamada eficiencia y sensibilidad social, con el vuelco de recursos económicos, técnicos y humanos hacia las comunidades afectadas por la tormenta.

Para consolidar  su promesa de hacer lo que nunca se ha hecho,  el Gobierno del presidente Medina debería  trabajar en la ejecución de un vasto plan de  reubicación de miles de familias que  malviven a orillas de ríos y cañadas o  en las faldas de peligrosas estribaciones, lo que sin dudas disminuiría el riesgo de tragedia  al paso de una tormenta o ciclón.

Sirva el cuadro de relativa calamidad, como reto y oportunidad que las nuevas autoridades deben aprovechar para producir, a base de sensibilidad y trabajo, una  auténtica identificación con  los pesares  que padece la población ubicada al otro lado de la verja de miseria. A trabajar, pues.

El Nacional

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