Editorial

 De justicia

 De justicia

Después de evaluar aspirantes a ocupar posiciones en las Altas Cortes, el Consejo Nacional de la Magistratura se aboca ahora a seleccionar los miembros de la Suprema Corte de Justicia (SCJ), Tribunal de Garantías Constitucionales  (TGC) y Tribunal Superior Electoral (TSE), tarea difícil porque  deberá escoger  sólo 30 jueces entre centenares de postulantes a los que les sobran condiciones profesionales y éticas para merecer ser elegidos. Con la escogencia de esos magistrados, que deberá ser  mediante método de transparencia absoluta,  el orden judicial  dará otro gran salto hacia adelante y se prepara  una segunda ola de  reformas que ha  iniciado con  el establecimiento en la Constitución de dos nuevas instituciones jurídicas  en los ámbitos constitucional y electoral.

Por tratarse de jurisdicciones de última generación,  los tribunales Constitucional y de  Elecciones deberían quedar integrados por jueces  de probada competencia y probidad,  provenientes de las diversas  Cortes de segundo grado, de la academia y algunos del ejercicio puro y simple, de manera que  experiencia, conocimiento y pedagogía confluyan en la consolidación de una sana administración de justicia y correcta interpretación de la Carta Magna.

La Suprema Corte de Justicia merecería  tratamiento especial por tratarse del órgano mayor y buque insignia del Poder Judicial del que es rector y guía por vía de la casación, jurisprudencia  y doctrina, por lo que  la selección o ratificación de sus miembros ha de estar asociada  al parámetro de la  sabiduría, entereza, imparcialidad e independencia.

Los jueces actuales de la Suprema Corte, en sentido  general, han sido paradigma de un ejercicio ejemplar y responsable con gran apego a la letra de la ley y han sido fieles efectivos guardianes en el control de la constitucionalidad, al punto que la jurisprudencia y la doctrina de los últimos  14 años ha sido definida como rica en contenido y alcance.

Lejos de constituir algún tropiezo para la continuidad, longevidad de edad y  tiempo  en el cargo de los actuales magistrados de la Suprema Corte constituyen el mejor aval para que la mayoría sean ratificados en sus funciones, con excepción de los que  han sobrepasado la edad  de retiro, conforme a una  improvisada ley que impide que la sociedad se  sirva en auténticas fuentes de sabiduría jurídica.

Por todo lo antes expuesto, no resulta pecaminoso  sugerir -como al efecto se sugiere- que el magistrado doctor Jorge Subero Isa sea ratificado como presidente de la Suprema Corte de Justicia, en premio a su capacidad, dedicación, honradez, probidad, sensatez, independencia y gran espíritu de sacrificio. El Nacional no siente ningún temor en postular la candidatura de un  servidor público que por 14 años ha honrado  la toga y el birrete y  dignificado  a un Poder Judicial tantas veces  zarandeado por poderosos entes políticos o  corporativos que hoy  pujan y aspiran a que el Consejo de la Magistratura  seleccione a un presidente de la Suprema a la medida de sus intereses.

El Nacional

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