Con la juramentación, mañana, ante la Asamblea Nacional del licenciado Danilo Medina como presidente y de la doctora Margarita Cedeño de Fernández como vicepresidenta de la República, culmina el proceso constitucional que se inició con las elecciones presidenciales del 20 de mayo y la posterior proclamación de los ganadores de ese certamen democrático.
Este jueves culmina también el Gobierno del presidente Leonel Fernández, que se prolongó por dos períodos constitucionales consecutivos, en los que resaltan logros y fracasos en proporción al cristal de intereses políticos a través del cual se analice el desempeño de esa gestión.
Entre las cosas positivas atribuidas al gobierno del doctor Fernández se mencionan estabilidad macroeconómica, ejecución de un vasto programa de construcción de obras de infraestructura, consolidación de las libertades públicas, promulgación de una nueva Constitución política, leyes y códigos que promueven la modernización jurídica del Estado, así como la inserción del país en el entorno internacional.
En el catálogo de fracasos o lastres endilgados a esa Administración de ocho años figuran elevada deuda externa, agravamiento del déficit fiscal, auge de la corrupción, inseguridad pública y criminalidad, así como escaso avance en la calidad de la enseñanza.
Bien puede afirmarse que el nuevo presidente Medina y su Gobierno resultarían beneficiados con los logros que se atribuyen a su antecesor, pero tendrá que acarrear con los serios problemas que heredará, algunos de obligado abordaje inmediato, como los temas de crisis eléctrica y déficit fiscal.
Desde ahora debería advertirse que el nuevo mandatario requiere del decidido concurso de la clase política, empresariado, mentada sociedad civil y ciudadanía para poder evadir los vientos de crisis interna y externa y enderezar proa en dirección a puerto de certidumbre, estabilidad, progreso y prosperidad.
La proclama del presidente Fernández, de que en víspera de descender por las escalinatas del Palacio Nacional no siente las atribulaciones que causan la soledad del poder, es indicativo de que la democracia dominicana avanza, razón por la cual el traspaso de mando presidencial puede realizarse sin mayores traumas.
El licenciado Medina inicia mañana una histórica jornada que todo buen dominicano aspira a que tenga un final feliz o al menos que cumpla cabalmente sus promesas de relanzar la educación, combatir la corrupción, consolidar la estabilidad monetaria y financiera, garantizar orden y seguridad y hacer lo que nunca se ha hecho. El debut y la despedida marcan la raya de Pizarro entre pasado y futuro.

