La denuncia del Gobierno haitiano sobre el supuesto trato inhumano a sus nacionales en República Dominicana presagia unas relaciones conflictivas entre los dos países.

Resulta hasta extraña la queja de Haití después del aparentemente cordial encuentro sostenido el 28 de junio en Asunción, Paraguay, entre su canciller Dominique Dupuy y el ministro dominicano Roberto Álvarez.

Con lo solidario que se ha sido frente al drama de la vecina República no es para que cualquier caso aislado se cite como ejemplo de atropello.

Ante cualquier incidente el Gobierno haitiano puede utilizar las vías diplomáticas sin necesidad de exteriorizar una queja que no se corresponde con la realidad.

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Tal parece que el interés de la denuncia del Gobierno haitiano es malquistar las relaciones con una nación que jamás ni siquiera le ha echado en cara la colaboración ni el papel que ha jugado a favor de su estabilidad política.

Por lo menos el Gobierno dominicano sabe que debe estar preparado para aclarar o desmentir denuncias que cuestionan la amistad y buenas relaciones entre los dos países.

De la canciller Dupuy se esperaba más lucidez y buena disposición en el abordaje de las relaciones diplomáticas con República Dominicana en un plano de más consideración y respeto.

No se trata de pasarle factura, pero si hoy Haití cuenta con el despliegue de tropas extranjeras para recuperar el orden, la seguridad y la gobernabilidad se debe en gran medida a la intensa campaña diplomática de este país.