Con la superación del peor tramo para el despliegue de una fuerza internacional en Haití ya no hay más tiempo que perder para iniciar mano a la obra.
La decisión del Consejo de Seguridad compromete a Estados Unidos y otros países a materializar su promesa de financiar la intervención liderada por Kenia.
La nación africana anunció que emplazará mil soldados para desarmar a las pandillas que han plantado el terror en Haití y reforzar a su débil cuerpo policial.
Es obvio que Kenia no está en capacidad de cargar con los gastos que supone el despliegue de tropas en una nación, que además de seguridad necesita asistencia sanitaria y alimenticia.
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El pandillerismo en la vecina república ha alcanzado tal dimensión que el presidente Jovenel Moïse fue asesinado en su residencia por un comando colombiano financiado por sectores de poder relacionados con negocios ilícitos.
Al participar en la asamblea de la ONU, el presidente estadounidense Joe Biden afirmó que Haití no aguantaba más.
Hasta ese momento solo el presidente dominicano Luis Abinader y el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, habían llevado la voz cantante sobre la urgencia de una intervención militar para imponer la seguridad y el orden en el territorio, además de garantizar la gobernabilidad.
La intervención obliga a este país a reforzar los controles fronterizos para evitar el paso a los pandilleros haitianos, que ya han amenazado con enfrentar a las tropas extranjeras.