La reacción del Gobierno haitiano sobre los incidentes protagonizados por sus nacionales en la frontera no es más que otra muestra de que la tolerancia y la diplomacia son indispensables en las relaciones con la vecina nación.

Antes siquiera de efectuar una investigación las autoridades haitianas responsabilizaron a los dominicanos de violar su integridad, cuando en realidad ha sido todo lo contrario.

Esa reacción recuerda la condena del presidente Ariel Henry al trasvase en el río Masacre, de cuya obra responsabilizó a sectores particulares, pero que luego terminó asumiendo como un derecho de su país a disponer de sus recursos.

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Al exponer lo escabrosas que resultan las negociaciones con una nación que no respeta tratados y que suele mentir con frecuencia, el canciller Roberto Álvarez no tiene más que recurrir a la tolerancia y fortalecer la diplomacia.

Más cuando no se sabe, aunque tampoco se descarte, si Haití lo que persigue es provocar una confrontación con República Dominicana para después enarbolar la condición de víctima.

Haitianos violan los límites en torno al muro que se construye, mueven una pirámide e incurren en otras agresiones, pero aún así sus autoridades responsabilizan de las acciones a militares dominicanos.

Aunque el canciller Álvarez advirtió que no ve voluntad de los haitianos en resolver el conflicto en la frontera, tendrá necesariamente que revestirse de la mayor paciencia, con la diplomacia como bandera.