La deserción de alrededor de 160 mil estudiantes universitarios durante la pandemia es para inquietar no solo al Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Mescyt), sino a los sectores comprometidos con el desarrollo. Por diferentes razones, aunque sobresalga la económica, los desertores, definitivos o transitorios, no tienen como prioridad completar su carrera universitaria en el menor tiempo posible.
La pandemia, que desnudó muchas carencias tecnológicas, se la puso difícil a muchas familias, gran parte de las escuelas pasó a depender de la asistencia pública. Por más que se hable y por más facilidades que se otorgaran la educación virtual no tuvo el mismo efecto de la presencial.
Profesores y estudiantes tuvieron que aprender y adaptarse a un nuevo proceso, que en muchos casos chocaba con el aislamiento, problemas de conectividad, espacios inadecuados y muchos otros inconvenientes.
La Mescyt ha planteado algunas opciones que deben ponderarse para enfrentar la presente y futura deserción de estudiantes universitarios. Que los jóvenes dejen de formarse no augura las mejores perspectivas para ninguna nación.
