Editorial

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Si los senadores del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) no hablan por hablar, no hay ni siquiera  necesidad de la cacareada nueva reforma tributaria si, además de no implicar aumento ni más gravámenes, el objetivo de la pieza sería mejorar y elevar la calidad del gasto público. ¿Qué sentido tendría?

Sin embargo, el criterio de los legisladores no despeja las aprensiones. De entrada, choca con la advertencia del ministro de Economía, Temístocles Montás, en el sentido de que el Gobierno que encabezará Danilo Medina está abocado a una reforma fiscal para cumplir leyes como la que asigna el 4% del Presupuesto a Educación. El hecho que haya que destinar un 40% para intereses y pago de la deuda descarta, a su juicio, la vía de los empréstitos para ese renglón.

La estabilidad económica por la que según el presidente Leonel Fernández en las elecciones pudiera servir para descartar el proyecto de plano. Pero hay muchas aprensiones, sobre todo en cuanto al impacto en las finanzas de los gastos en que se incurrió durante la intensa campaña electoral.

Los propios senadores tienen también sus contradicciones. En tanto unos aducen que la reforma será consensuada y otros han solicitado identificar las fuentes para cumplir con la Ley de Educación hay quienes señalan que lo que se hará es una readecuación del Presupuesto para eficienzar el gasto. La amalgama de opiniones lo único que deja claro es que todavía no se ha tomado una decisión al respecto.

Antes que rechazar, el sector empresarial ha aupado el proyecto. Pero con la condición, eso sí, de que no sea únicamente para incrementar las recaudaciones, sino para mejorar y elevar la calidad del gasto, incluyendo la supresión del dispendio y el saneamiento de la nómina del sector público. Por eso quiere que la reforma sea integral.

Al tomar carta en el debate, el representante del Banco Mundial ha planteado que si es para mejorar las recaudaciones las autoridades no tienen necesidad de aumentar el Itebis ni crear nuevos impuestos. Basta, a su juicio, con reducir al mínimo las evasiones y eliminar los subsidios.

En lo que todos coinciden es en que una nueva reforma, sea cuando fuere, debe procurar corregir las múltiples fallas que afectan el sistema impositivo. Aunque lo más importante será siempre que, en aras de la seguridad jurídica, se cumpla con el mandato de la ley. Si no se pueden acatar, entonces que se deroguen. Pero ni una cosa ni la otra.

¿A qué atenerse con la reforma? Como los detalles son tan contradictorios e incluso traídos por los cabellos lo único que queda es esperar. Eso sí, por más tiempo que pueda faltar para algo que se percibe inminente,  que no se trate de un palo “acechao”, porque el golpe sería más doloroso para la población.

El Nacional

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