El expresidente Hipólito Mejía ha tomado la palabra al próximo gobernante con su disposición de concurrir a un diálogo, aunque lo haya condicionado, para abordar una agenda que incluya fortalecer la institucionalidad, aprobar la Ley de Partidos Políticos y encarar otros problemas nacionales.
La tensión derivada de unos resultados que la oposición cuestiona torna vital el puente que están en actitud de transitar el licenciado Danilo Medina como presidente electo y el excandidato presidencial del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) para garantizar la gobernabilidad.
La inconformidad con los resultados electorales no es como para perder la ecuanimidad. Un líder político no puede cerrarse a banda ni asumir actitudes beligerantes. Con su llamado a la unidad, la paz y la tranquilidad, Mejía no sólo contribuyó a evitar un baño de sangre, sino que colocó los intereses de la nación por encima de ambiciones personales, ofreciendo de esa manera un loable ejemplo de civismo.
La atmósfera que se respira y las tenebrosas perspectivas demandan crear las condiciones para dialogar y pactar, como planteó el presidente electo tanto al PRD como a las diferentes fuerzas sociales y políticas. Que Mejía acogiera el llamado representa un paso positivo.
Por más cómoda que sea la posición que le confiere el control de los Poderes y diferentes instancias, la división que se evidenció durante el proceso electoral es para procurar una sincera conciliación y no para atizar confrontaciones que tienen siempre fatales consecuencias.
Si bien ha condicionado su presencia en un diálogo, Mejía reconoció que la nación necesita mantener la gobernabilidad, así como democratizar y organizar sus instituciones para evitar que se repitan los hechos deplorables que ocurrieron en los pasados comicios.
Esa actitud supone que lo que pasó, pasó. Pero siempre, eso sí, que se asuma el compromiso de legislar para construir un sistema que rebote irregularidades que se han citado, como abuso de los recursos públicos, compra masiva de cédulas y supuesta imparcialidad de los árbitros electorales, entre otras.
Mejía ha motivado las condiciones para un diálogo que es tan importante y necesario en la actual coyuntura. Ahora compete al Presidente electo, cuya apertura tiene que encomiarse, dar el siguiente paso, incluso con una agenda que también debe incluir la competitividad, la inversión en educación y salud, el problema eléctrico, la seguridad social y otros.

