El problema mayor que confronta la sociedad dominicana para poder recorrer sin mayores tropiezos el camino hacia un anhelado estadio de desarrollo y equidad estriba en la enfermiza proclividad de líderes y dirigentes de creerse sentados a la diestra de Dios y de que sus ideas son imbatibles porque gravitan en el centro del universo.
Sobran los ejemplos de estadistas, funcionarios, empresarios, políticos, sindicalistas, gremialistas, legisladores, académicos y gente de la sociedad civil, cuyo desempeño se limita a vanos intentos de construir torres de Babel, o de tirar la cuerda exclusivamente en dirección a sus intereses, sin pensar nunca en el bien común.
La mayor acumulación originaria de los últimos lustros ha estado centrada en grupos vinculantes que succionan al Estado en base a espurias tratativas que promueven privilegios, discriminación y que obviamente colisionan con elementales normas éticas o violentan el estatuto penal.
El gobierno que encabezará el licenciado Danilo Medina a partir del 16 de agosto tendría la inmediata impronta de regar con agua de humildad a su gabinete y de tomar las previsiones para que sus funcionarios no se erijan en islas inaccesibles y entiendan que su función básica es la de servir y no la de servirse.
El liderazgo nacional debería entender que ningún mortal puede estar colocado por encima del bien o del mal, menos creerse inmune a la ley o con patente de corso para agredir elementales normas de decencia, por lo que el presidente electo está en deber de abrir de par en par las puertas de los Ministerios Públicos para que de verdad se castigue la prevaricación.
Por su tamaño e influencia, la economía dominicana es apenas una pluma de gorrión a merced de una intensa tormenta económica y financiera que abate al mundo de hoy, por lo que Gobierno y clases dirigentes deberían conciliar, consensuar fórmulas de gobernanza que ayuden a blindar las cuentas nacionales, a multiplicar panes y peces y a hacer más llevadero el viacrucis económico y social de millones de dominicanos que malviven al otro lado de la verja de miseria.
Elocuente es la fotografía divulgada desde la sede de la Cumbre G-20, que presenta a los presidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Rusia, Vladimir Putin, en diálogo franco sobre cómo afrontar la crisis de la deuda en Europa y la guerra civil en Siria, un ejemplo que deberían imitar los líderes de esta diminuta isla.

