Opinión

Disolución social

Disolución social

No sé hasta dónde los verdaderos dueños del país: empresarios, industriales, comerciantes, creadores de empleos y de riquezas, los que echan el carro del progreso hacia adelante, de un modo o de otro, han hecho conciencia del derrotero que desde hace 20 años aproximadamente, lleva la sociedad dominicana.

No sé hasta dónde abogados, ingenieros, médicos, maestros, científicos, intelectuales, periodistas, historiadores, comunicadores, políticos, dirigentes de la sociedad civil, están preocupados por lo que está sucediendo en nuestro país en estos momentos.

El 31 de diciembre, esperando el 2020 junto a buena parte de la familia, terminé de comprobar el nivel de disolución de la sociedad dominicana. Y me sentí aterrado. Durante unas dos horas me vi obligado a escuchar a “manberos” y “reggaetoneros”. Sentí que mis oídos explotaban escuchando tantas obscenidades, vulgaridades, estupideces y disparates.

No entiendo en que momento el mal gusto se adueñó de nosotros, cuándo fue que esos “artistas”, con un léxico que no llega a las cien palabras tomaron por asalto la radio, la televisión y las pistas de baile.

Los “éxitos artísticos” que escuché lastimosamente, y que tristemente escuchan y bailan nuestros hijos, llaman al consumo de drogas, la violencia, el crimen, el narcotráfico, la infidelidad, la desobediencia de hijos hacia los padres, etc. ¡Pura basura!

Me pregunté. ¿Y dónde estaba la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía cuando grabaron esas “canciones”? ¿Si resucitaron a Quirinito por qué no hacen lo mismo con doña Zaida Ginebra viuda Lovatón?

Es como si la sociedad fuera una letrina y los “manberos” y “reggaetoneros” se sentaran a defecar sobre ella sin ningún pudor. Al contrario, se sienten estimulados por los aplausos de un público enajenado, embrutecido y transculturizado, que hace tiempo perdió el sentido crítico y el buen gusto por el arte y su belleza creativa.

Tanto auge y éxito económico tienen esos “géneros musicales” que la “prensa especializada” los premia y hasta los sigue en las redes sociales donde tienen millares de seguidores.

Cuando escucho las letras de los “artistas de calle”, cuando los oigo “cantar” me pregunto por qué no fueron a la escuela y se alfabetizaron, por qué no asistieron a una escuela de canto para aprender a solfear. (Hay una diferencia enorme entre música y bulla, entre melodía y ruido, entre lo bello y lo feo).

Lo que ocurre en ese ámbito artístico, la degradación, el culto a lo feo, al mal gusto, a lo estrafalario y vulgar, es lo que sucede con la práctica política. Políticos analfabetos, sin escrúpulos, sin escuela, sin formación cultural, sin intelecto, que jamás sufrirán de un derrame cerebral.

El Nacional

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