Estados Unidos y Canadá están renuentes a la intervención armada en Haití, como ha solicitado su Gobierno, la ONU y República Dominicana, para combatir las pandillas y restaurar la gobernabilidad en la nación.
El linchamiento de 14 supuestos pandilleros y la muerte de policías en emboscadas exponen el drama de una nación abatida por la escasez de alimentos y de servicios básicos.
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Canadá y Estados Unidos consideran, en cambio, que República Dominicana debe ser parte de la solución a la crisis haitiana aceptando en su territorio a los inmigrantes ilegales.
Las sanciones a líderes haitianos ni las ayudas de las potencias han contribuido a bajar la violencia en el vecino país. El caso es grave.