En su discurso ayer de rendición de cuentas ante la Asamblea Nacional, el presidente Leonel Fernández incluyó el desempeño de la gestión anterior (2004-2008) que se supone ya había presentado el 27 de febrero de 2008 y además comparó esos casi ocho años con los cuatro (2000-2004) del presidente Hipólito Mejía, en lo que puede ser interpretado como un cotejo desproporcionado. Lo justo o deseable hubiese sido que el mandatario se refiriera de manera principal al ejercicio de gobierno que casi concluye porque así lo manda la Constitución de la República, sin menoscabo de su derecho de presentar a la nación una panorámica de sus últimos cuatro años en el ejercicio del Poder.
La comparación de dos períodos constitucionales con relación a uno resulta irrelevante, aun cuando los primeros fueran mejores en términos de resultados, por lo que se insiste en que el mandatario debió presentar cuentas de su actual ejercicio y, si ha lugar a comparación tendría que ser con el anterior también encabezado por él. A políticos, sociólogos y economistas corresponde analizar la pieza presidencial en la vertiente del contraste con otra administración como lo planteó el Presidente, pero el ciudadano ordinario sólo procura establecer si el cuatrienio que concluye el 16 de agosto ha sido bueno, malo o regular o si ha llenado o no las expectativas.
El Presidente ha mostrado cifras que mezclan a conveniencia los ocho últimos años de gobierno, por lo que sería tarea provechosa desglosar esas estadísticas a fin de establecer si cuatro años después de su primer gobierno, la nación ha retrocedido o avanzado. De todas maneras, es evidente que la economía dominicana ha podido sobrevivir a la crisis financiera global, especialmente al impacto de los altos precios del petróleo y de materias primas de origen agrícola, un logro que el Presidente puede atribuirse, pero el mandatario no podría librarse del colapso del sector eléctrico, área vital del desarrollo que no pudo levantar cabeza durante sus gobiernos.
Se acepta lo de la reducción de la pobreza, pero falta saber si la franja alcanzada (700 mil empleos en ocho años) satisface las expectativas de una economía en la que el desempleo nominal ronda el 14 por ciento. El maquillaje de las estadísticas no logró colorear el drama del excesivo gasto público. La estabilidad económica y monetaria se presenta sin lugar a dudas como el mayor logro de la administración del presidente Fernández, aunque el endeudamiento externo queda como espeso nubarrón, no importa si se mide con relación al Producto Interno Bruto (PIB) o en términos absolutos.
Sin que el Presidente rindiera cuentas ante el Congreso sobre sus últimos cuatro años de Gobierno, puede decirse que durante ese período la nación ha experimentado avances en infraestructuras, promulgación de una nueva Constitución y leyes de reorganización del Estado, pero ha sido baja la inversión en educación y muy elevados los niveles de criminalidad e inseguridad ciudadana. El tiempo dirá.

