Un gobierno, del país que sea, no puede centrar su actuación en función de los que dicen o dejan de decir las redes sociales; en lo que informan o dejan de informar. Un gobierno tiene que estar centrado en el trabajo cotidiano, en el cumplimiento de sus planes y proyectos, a largo y corto plazo.
Para una parte, minúscula, por cierto, el país se está derrumbando, va de mal en peor; la corrupción supera, por mucho la corrupción de los 20 años de los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que encabezaron Leonel Fernández (padre de la corrupción del siglo pasado) y Danilo Medina, su alumno más aventajado.
Según esos “influencers”, bocinas y bots, generalmente vinculados a esos gobiernos, este es el gobierno del narcotráfico, aun cuando las estadísticas nacionales e internacionales establecen que durante el régimen del PRM y Luís Abinader, se han incautado o decomisado más drogas que en los 20 años del PLD. (Poco más de 45 toneladas en poco más de cinco años, bajo la orientación del presidente Luís Abinader y la dirección del general Cabrera Ulloa).
Este no puede ser, en consecuencia, un gobierno de redes sociales ni de plataformas digitales; este tiene que ser un gobierno de trabajo, de capacidad, de logros visibles a través de las obras públicas (carreteras, puentes, escuelas, hospitales, viviendas, seguridad ciudadana, seguridad social, etc.).
Para la oposición, incluyendo los periodistas y comunicadores insertados en los medios de comunicación (prensa o digital) todo está mal. ¡Y se pondrá peor! Este es su rol. No informan, desinforman, no orientan, desorientan. Apuestan al fracaso, no al éxito. Quieren volver al poder, al Estado. Es lógico. No hay que rasgarse las vestiduras.
Lo que no se puede permitir es la extorsión ni el chantaje. Hay que combatir, con fuerza, a los sicarios de la comunicación, los asesinos de reputaciones ajenas, los que atentan contra la intimidad y el buen nombre de los ciudadanos.
Los hechos pueden más que las palabras. Y los hechos dicen -no las palabras que al fin y al cabo se las lleva el viento- que el gobierno va bien, que no se derrumba, que no colapsan las instituciones públicas, que la mayoría de las denuncias de corrupción son falsas, que no tienen bases jurídicas.
Siempre pregunto por las pruebas, la documentación, que demuestre la certeza de las denuncias. No quiero decir con esto que en este gobierno no hay corrupción. ¡Claro que la hay! Y debe ser erradicada a cualquier costo.
Como he dicho otras veces: la corrupción es un mal endémico en este país. Llegó con los invasores españoles en 1492. Y se mantiene. Ahora bien, el PLD, la FP y sus voceros en las redes la exageran para equilibrar, para decirnos que todos somos iguales, que la corrupción sigue tan vigente como cuando ellos gobernaban.